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lunes, 15 de septiembre de 2008

¿Huracanes?...¡Tormentas tropicales!


¿Huracanes?...¡Tormentas tropicales!

Como si de una maldición se tratase, la historia del sufrimiento de nuestro pueblo se inicia desde el exterminio causado sobre la población autóctona indígena a causa de la esclavitud sufrida por la colonia española, mantenida por los africanos esclavizados posteriormente, siguiendo por los diferentes regímenes tiránicos de las diferentes etapas republicanas, hasta llegar al actual régimen dictatorial y dinástico, el cual ha infringido a nuestro pueblo un daño tal que en décadas se podrá resarcir, mientras otros daños, serán para la eternidad.

Y como si éste castigo fuese poco, se le suman ahora las catástrofes atmosféricas con el paso de los actuales huracanes, llevando a nuestro pueblo al límite de lo soportable.

¿Será acaso que nuestra isla está maldecida por alguna tribu africana poseedora de alguna religión, de las cuales fueron arrancados aquellos posteriores esclavos, sometidos y subyugados de manera cruel e inhumana?

¿Será acaso la penitencia impuesta por la religión católica por el abandono de sus fieles por seguir los mandatos de la dictadura-dinastía, y dar la espalda a las tradiciones culturales de nuestro pueblo, abandonando nuestras costumbres y creencias religiosas, y no solo abandonándolas, sino criticando y marginando a los que pretendían preservar uno de nuestros más preciados tesoros?

Entonces cabría expresar: ¡Basta ya dios mío de tanto sufrimiento!

En cualquier caso, somos uno de los pocos pueblos que en momentos como éstos, unos van a la Iglesia a pedirle a la Virgen María para besar su manto pidiendo que proteja a todo nuestro pueblo, mientras otros le ruegan a Ochún ofrendándole un vaso de agua y un girasol, otros, humo de tabaco y un poco de aguardiente, y todos coinciden en la misma virgen, en el mismo deseo de humanidad, y en el mismo amor por ésta tierra hermosa, que nos castiga y nos hace sufrir por momentos, para después deslumbrarnos con el más colorido y hermoso de los paisajes.

Sí, porque cuando la naturaleza desata sus fuerzas, no nos queda otra alternativa que encomendarnos a algún santo, dios, o religión alguna, como hacían nuestros antepasados, y entonces nos acordamos del legado cultural que hemos heredado de ésta mezcla histórica, que nos identifica y nos caracteriza, y que ha pretendido arrebatarnos la Dinastía de los Monarcastro.

Si observamos el deterioro en extremo de las viviendas en Cuba, podemos decir que no está maldita nuestra isla, pues podrían ser muchos más los muertos.

Los muertos por los derrumbes de viviendas en Cuba, no solo se producen durante los huracanes, es el huracán que sufre nuestro pueblo todo el año, durante medio siglo, el que hace que se derrumben esas viviendas precarias, inhabitables, y que se encuentran en ocasiones sobre-pobladas.

Ese huracán de medio siglo, tiene la sin-vergüenza de negar la ayuda de los EUA, de los familiares de los afectados que se encuentran en ese país, cuando lo único que ha podido hacer es sacar los medios de transporte militares para trasladar a los afectados por las inundaciones, es en lo que gasta el dinero de las ayudas, en transportes militares, en armamento, salen militares por doquier, es en lo que emplea la fuerza productiva de Cuba, en gastar, en una fuerza improductiva e innecesaria, esa juventud fuerte, que debería estar produciendo en las fábricas, en los campos fértiles de nuestra tierra, esa fuente de riqueza malgastada en militares para reprimir a sus propias familias, primos, hermanos.

Esos son los resultados desastrosos del huracán de medio siglo, el más devastador en la historia de los huracanes de Cuba, el que ha hecho que desaparezcan las grandes producciones agrícolas, en nuestra tierra fértil que prácticamente no es necesario brindar una atención especial a los cultivos, pues casi se producen solos, hoy, tenemos que comprarlo a los que antes eran nuestros mejores clientes.

Cuando pase el huracán de medio siglo, volverán las buenas cosechas, no faltarán las jugosas frutas, mejorarán las viviendas, y sobre todo, la fuerza laboral, la juventud, centrará sus fuerzas y su energía, en la producción, en el desarrollo, y no en matar o reprimir a sus propios hermanos.

Entonces, cuando venga la temporada de huracanes podremos decir:

¿Huracanes?...¡Tormentas tropicales!

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