La elección de Barack Obama como presidente de los EUA, marca un nuevo hito en la historia de su país, y muestra al mundo la grandeza de las sociedades democráticas.
El pueblo norteamericano no confía más en los republicanos, deposita su confianza no solo en los demócratas, sino en quienes otrora pisoteaban, marginaban, y humillaban por medio del vil racismo, y como por ironía del destino, precisamente un afroamericano, es quien recibe la inmensa responsabilidad de enmendar el caótico sistema financiero internacional, que acusa una de las peores crisis de la historia, así como la desacertada política internacional que ha llevado la inseguridad a las puertas de la primera potencia del planeta.
Ésta lección de democracia brindada al mundo por la sociedad norteamericana, debería anotarse con letras doradas en la historia universal.
Que tomen buena nota de éste hecho el pueblo cubano, y la Dinastía de los Castro.
Ya no pueden decir más, que las sociedades democráticas no existen, como afirmó en una de sus nefastas intervenciones Ricardo Alarcón, que en uno de sus pocos momentos lúcidos llegó a reconocer que en algunos temas es un perfecto ignorante.
Ha quedado demostrado, que con sus virtudes y sus defectos, en las sociedades democráticas prevalece el deseo del pueblo, el deseo de la mayoría, pues en las sociedades democráticas el presidente y el gobierno, trabajan para el bienestar del pueblo, lo contrario de las Dictaduras y las Dinastías.
El pueblo cubano, alimentando una falsa esperanza en el resultado del futuro presidente del país vecino, cuando debería estar alimentando una real esperanza, pues el fin de la Dinastía de los Castro es inminente, porque lo desea el pueblo en su mayoría, porque no gobiernan para el pueblo, y porque acaban de ver con sus propios ojos y a todas luces, no solo los cubanos, sino todo el mundo, como un pueblo puede elegir su destino.
¿Alguien dijo libertad? Eso es libertad.
¿Alguien dijo pueblo? Se hizo el deseo del pueblo.
¿Alguien dijo justicia? Entonces pensemos.
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