Jose Alberto Alvarez Bravo.
Dos conceptos análogos. Aplicados a personajes de la sociedad civil, --y con el ánimo de otorgarles preeminencia-, los hemos leído en algún medio de la prensa independiente.
Hondamente preocupante; y lo de menos es la onda adulatoria, que a nadie daña. Ni la falsedad de los falsos emblemas, no más valiosos que el golfish.
Glorificar a quienes permanezcan por mucho tiempo en el ejercicio de un liderazgo puede resultar, paradójicamente, a la vez muy bueno y muy malo.
Muy bueno, por lo edificante y necesario del reconocimiento a la constancia, a la dedicación, a la entrega a un ideal.
Muy malo, por el subsecuente menosprecio a quien se sume con retraso.
Es el caso que si llevar muchos años dirigiendo es fuente de prestigio, entonces el hombre más prestigioso de Cuba debiera ser Fidel Castro.
Por ende, el tema no es cuánto tiempo alguien lleva haciendo algo, sino cómo lo ha hecho. El tema central es la probidad, la moralidad, la transparencia de quien lidera.
Sin embargo, -y pese a su importancia-, el mencionado tema, aunque central, no es primordial. Lo que verdaderamente cuenta en este escabroso asunto, es la subestimación a los neófitos.
El mensaje resulta, a todas luces, negativo y paralizante para quienes todavía mantienen una actitud dubitativa y medrosa en lo tocante a sumarse a la lucha por los derechos de todos.
Si quien llegue último no significa nada para nadie, entonces de qué vale sumarse.
Si así son las cosas, pues que luchen solos aquellos que cuentan con el meritorio aval de "antigüedad y veteranía".
¡Que nadie se sume a la causa, a ver qué podrán hacer los imprescindibles colosos!
Estas concepciones, esgrimidas por personas dotadas de inabarcable cultura general, pero al parecer carentes del más elemental sentido del arte político, pueden desembocar en el desastroso resultado de otros cincuenta años de dictadura totalitaria.
¡Líbrenos Dios de antiguos y veteranos!
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