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miércoles, 22 de julio de 2009

Merecido obsequio


José Alberto Alvarez Bravo.

Dicen que de casta le viene al galgo. Su padre, Policarpo Guilleuma, se enfrentó a la dictadura machadista. Quizás, este detalle ayude a entender por qué Alfredo, pese a su escasa cultura política, comprendió la necesidad de resistir la imposición cuartelera. Sus mejores años los dedicó a combatir contra aquella dictadura de derecha.

Foto: El Viejo Alfredo, por José Alberto Alvarez Bravo.

Después de consumada la fuga de los defenestrados, Alfredo, como la mayoría de sus coetáneos, entregó con entusiasmo toda su energía a edificar lo que creía una nueva nación. Pero a medida que el tiempo le fue demostrando lo infundadas de sus esperanzas, la apatía primero, y la rebeldía posteriormente, fueron ganando espacios en su conciencia.

Al sentirse burlado por el líder al que había entregado todo su entusiasmo, la lucha contra la nueva autocracia tuvo al incansable Alfredo en sus filas.

Aunque su espíritu no conoce de fatigas, sus piernas ya se niegan a soportar el peso de sus osadas cargas contra los bribones que nos desgobiernan. Sin haber oído de Edipo, ya percibe que su atardecer reclama espacios a la inevitable tregua. Pero su tercer pie sucumbió a la doble celada tendida a dos manos entre un lapsus mentis y un ratero.

Como sencillo homenaje a una vida dedicada a sentir a Cuba, le entregamos éste bastón, que presidirá su quijotesco andar por cada rincón de nuestra entrañable ciudad capital.

Su enérgica senectud le hace acreedor al mayor de los reconocimientos, del que este merecido obsequio es apenas un modesto representante; y su incesante accionar frente al despotismo, sirve de aliento y acicate a las nuevas legiones de disidentes cubanos.

Que cumpla otros ochenta nuestro querido Viejo Alfredo.

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