Para Dionisio y Agustín.
Jose Alberto Alvarez Bravo y Yoani Sánchez Cordero.
Al fin dos hermanos del exilio han tenido lo que considero un acierto. Me han enviado sendos reconocimientos por mi modesto trabajo.
Sería erróneo creer que valoro sus mensajes porque mi ego esté sediento de fama. Mi ego es tanto o más flaco que yo, y no tiene ninguna necesidad de egolátricas harturas.
El quid de la cosa está, en que estos mensajes son un imprescindible contrapeso a los ataques que recibimos de los enmascarados castristas. Vean lo que nos sucede: la única respuesta a nuestro trabajo viene, agresiva, de los enemigos de la libertad. El exilio y los medios sólo tienen ojos y oídos para las grandes figuras disidentes, ignorando por completo a quienes nada somos, o lo que es lo mismo, a la gran mayoría.
Pueden estar seguros de que no hay en mis palabras ni una sola gota de envidia, pues lo poco que hago carece de la deliberada intención de alcanzar la gloria, - toda cabe en un grano de maíz- pero por ninguna razón callaré lo que pienso sobre cualquier tema, humano o divino.
Las figuras más descollantes de la sociedad civil, –que suelen ser gente muy sencilla, como es el caso de nuestro hermano Antúnez y su esposa Iris, por sólo citar un ejemplo- merecen el apoyo y reconocimiento irrestrictos de todos los elementos antitotalitarios, pero no es sano –ni prudente- pasar por alto que la balanza en esta desigual lucha, sólo pueden inclinarla las mayorías. Sí, esas mismas mayorías indecisas, oportunistas, que sólo aspiran a largarse, y todo lo que se quiera, pero ahí es donde radica la fuerza invencible. Si quienes tratamos de hacer lo que podamos carecemos del mínimo apoyo moral, en qué situación quedan las masas entonces.
En apoyo a esta opinión mía, apelo a un fragmento de nuestro hermano Dionisio:
"aquí en Miami existe una división y un protagonismo extraordinario, y cada cual tiene a su opositor y a su periodista independiente, y lo apoyan pobremente pese a que disponen de dinero, los demás ni pio.
Por ejemplo, si a Darsi lo empujan o lo detienen, las páginas se llenan y está bien, pero cuando a Roberto o a Moisés le pasa algo, tengo que enviar y reenviar, y solo algunos responden o publican, y ellos están en La Habana, te imaginas los de Oriente, si a Antúnez lo detienen se inunda la radio y la tv aquí, las paginas ni hablar, y está bien que se haga, pero los demás ni pio".
Por desgracia, a mi modo de ver Dionisio plantea una triste verdad. Parece que los latinos no podemos escapar del caudillismo, tan nefasto en todas las épocas y latitudes. Para nosotros, Aníbal, Alejandro, Julio Cesar y Napoleón -ellos solitos- alcanzaron sus portentosos triunfos. Al esforzado infante, quien soportó las agotadoras marchas, ni siquiera lo tenemos en cuenta.
El hermano Agustín Miranda exagera la modesta calidad de mi trabajo, pero su intención lo dispensa de ese "pecado". Por suerte para él, su cariño a nuestra Yoani hace que le perdone el haberme sacado los colores a la cara. Mi fraterno abrazo para Agustín, y otro de Yoani.
Una buena noticia nos da el bueno de Agustín, al decirnos que en el exilio miamense hay "muchos hombres dispuestos a apoyarlos".
Tal vez, no todos los exiliados caigan en cuenta de que la mayoría de los disidentes sin nombre, carecemos hasta del mínimo aliento de una palabra fraternal. Con los zapatos rotos, con sólo unas pesetas para el camello, con el agobiante complejo de sabernos una carga para las precarias economías de nuestras familias, la determinación de haber dedicado nuestras vidas a luchar contra el despotismo de los malos cubanos, nos mantiene. Mientras tanto, a nuestros opresores, además de la perversidad, lo otro que les sobran son los recursos de todo tipo.
Para Dionisio y Agustín, lo único que tengo: mis brazos.
Estimados Agustín y Dionisio:
El flaco José Alberto me ha leído –amablemente- el mensaje de apoyo enviado por ustedes. No saben cuánto me alegra, que también en la "otra orilla" haya gente pendiente de quienes intentamos abrir una grieta en el muro del control que tenemos de este lado. Es cierto que hay que dar más ayuda y ánimo a esas personas que, como hormiguitas, van juntando esfuerzos para tener una Cuba mejor. Difundir la obra, los escritos y opiniones de esos seres un tanto anónimos, es la mejor manera de brindarles un poco de protección. Recuerden que el mínimo escudo bajo el cual ellos pueden guarecerse, está conformado por la gente que los lee y los sigue en cualquier lugar del mundo, y que se mantienen pendiente de lo que les ocurra.
Ustedes ya han funcionado como custodia y defensa, así que les agradezco esa salvaguarda y lo que ella nos ha permitido hacer aquí adentro.
Un abrazo con "i griega" desde La Habana
Yoani
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