Jose Alberto Alvarez Bravo
Que no esté dispuesto a mencionar nombres, no significa que no conozca personas dentro de la comunidad contestataria que habrían dado media vida por alcanzar fama internacional. No estoy diciendo que esa aspiración sea exclusiva de esta comunidad, pues como dijera el filósofo norteamericano John Deway, "el deseo de ser importante es el motor más poderoso de la naturaleza humana", sino que este es uno de los entornos que mejor conozco.
Sin embargo, suele ocurrir que la fama se muestra esquiva con quienes más la persiguen, mientras se entrega, sensual y sin resquicios, a quien nunca la ha requebrado.
Corrobora este enunciado el caso de Pánfilo, el cubano que alcanzó notoriedad mundial a partir de un arranque de etílica extroversión, matizada por un estridente rumoreo visceral.
Las consecuencias del impensado exabrupto panfiliano –fruto de un irreflexivo desplante, nacido entre caneca y caneca- sólo involucran al "delincuente" y sus familiares, y la pena impuesta califica como bicoca al comparársele a la exuberancia de las condenas de la Primavera Negra.
A partir de estos antecedentes, en una imaginación desbocada puede tomar cuerpo una interrogante:
¿Qué sucedería si, bajo los efectos de báquicos impulsos, su majestad Castro II ordenara la ejecución de alguno de los planes de contingencia que, –es fácil imaginar- tengan previstos para cuando la oposición y el periodismo independiente "les llenen la cachimba" a los gerontócratas?
Esta explosión de comunicabilidad no estaría compulsada por un interior de grito de haaaambreeee, sino por una hartura de "macho asado" y tostones, -con sus irrigantes "laguecitos"- ni las consecuencias las pagaría el emisor, sino varias centenas que cambiarían su status al estentóreo grito de carrrrrcellllllll.
Ni que decir que la hipante decisión no sería tomada entre dos buches de "chispa e tren", sino como nos recuerda la ranchera mexicana: "entre copa y copa se apaga mi vidaaaa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario