La patá a la lata

Jose Alberto Alvarez Bravo.

Una de las especies más representativas del gracejo popular bien pudiera ser la expresión "darle la patá a la lata". Su principal característica es la versatilidad, pues su significado recorre un amplio registro situacional.

Tan válida resulta para calzar un análisis o comentario enjundioso, como para la más colosal intrascendencia. Armoniza con la defunción de un personaje muy conocido del barrio, y a la vez con la conquista sentimental de la bella por parte del más feo.

La pertinencia de ésta frase se acredita con la reacción de mi compañera, luego de haberle leído el artículo de opinión Contra el choteo, firmado en Santiago de Chile el martes 18 de agosto 2009 por Miguel Cabrera Peña.

Aunque no tan popular, mi reacción no fue menos entusiasta. El autor apela a su evidente profundidad de análisis, a la vez que a un magistral dominio del recurso expresivo, para diseccionarnos dos temas de cardinal interés y actualidad en el contexto insular.

Muy aguda considero la definición de "un amigo" de Miguel –al que envío mis parabienes- del término "panfilazo", para referirse a lo que pudiera convertirse en la metástasis de un impalpable e indetenible "desmerengamiento" del régimen castrista; o de una diluyente hilaridad soterrada en la que el "punto de bonche" sea la octogenaria cúpula gobernante.

Cuánta razón tiene Miguel. El caso de Pánfilo demuestra que una manera jacarandosa de firmarse la sentencia de muerte, es "coger para el trajín" a la cohorte del poder, -o al guapo del barrio, que en el caso cubano viene a ser lo mismo.

En sólo un matiz secundario no concuerdo con Miguel. Opino que a Pánfilo lo condenaron los gobiernos siameses como evidente expresión de impotencia ante la pérdida de un poder que, entre risas, se les está yendo de las manos.

Cuando Miguel dice "las cocinas de todas las casas", no acota "de los cubanos de a pie" por no remedar a Perogrullo.

Por lo demás, le pido seguir escribiendo tan buenos artículos; la verdad los necesita.