Jose Alberto Alvarez Bravo.
La Habana, Cuba.- Yans Luis tiene seis años, y ya lee de corrido. Está en primer grado, y su nombre y apellidos se someten, resignados, a su pareja caligrafía.
Yans Luis no se pregunta por qué él y su hermanito no tienen juguetes, porque está habituado a carecer de ellos. No se pregunta por qué en su humilde morada no hay refrigerador, porque esa pregunta requeriría más edad para formulársela. No se pregunta por qué en su casa no hay cocina, porque le basta con satisfacer el apetito con lo que su madre logre cocinar en una pequeña y achacosa hornilla eléctrica. Menos aun se preguntaría por qué en el barrio marginal donde vive no hay teléfonos, no ya privados, sino ni siquiera públicos.
Yans Luis no se pregunta por qué no hay un parque infantil, si el gobierno de su país se jacta de que sólo los niños son privilegiados, y disfrutan de una infancia feliz.
Yans Luis no se pregunta por qué a su padre lo vinieron a buscar tres uniformados, y se lo llevaron sin contemplaciones, porque sucedió en momentos en que su pequeño cerebro aun bogaba entre las brumas del sueño.
Yans Luis no se pregunta por qué trataron como criminal a su padre por haber denunciado a un policía corrupto, porque él ni se imagina que en Cuba la policía es intocable.
Yans Luis no se pregunta por qué su padre fue encerrado en un calabozo sin que procediera orden de arresto en su contra, -y sin que concurrieran las causales que la ley establece para la prisión provisional- si fue Joel quien cumplió con la obligación de denunciar la comisión de un delito, como establece la ley vigente.
Yans Luis no se pregunta por qué su papá fue juzgado cuatro días después de su detención, a puertas cerradas y sin abogado defensor, porque la maldad humana no encuentra terreno propicio en su tierno corazón infantil.
Yans Luis no se pregunta por que su papá fue enviado por un año a prisión, porque no puede aun ni imaginarse lo que le espera si cuando crezca sigue los pasos de Joel Lázaro Carbonell, y se convierte en defensor de los derechos humanos.
Yans Luis no se hace ninguna de estas preguntas porque no sabe interpretar la carta donde su papá explica estos pormenores.
Freddys, con sus dos años recién estrenados, tiene muchas menos interrogantes que su hermano.
Pero Yans Luis y Freddys saben que algo ha cambiado en sus pequeñas vidas. Algo querido, entrañable, cotidiano, les está faltando.
Yans Luis se pregunta por qué su padre ya no le repasa, cada día, sus lecciones. Freddys se limita a no entender por qué ya no es la mano paterna la que le da la comida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario