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sábado, 30 de enero de 2010

LOS APÁTRIDAS

Por Alfredo M. Cepero.

Esta mañana nos despertamos con la noticia de que los titiriteros de La Habana han montado un nuevo circo con sus títeres traídos desde el exterior. El circo ha sido bautizado esta vez con el nombre rimbombante y falacioso de "Encuentro de Cubanos Residentes en el Exterior contra el Bloqueo en Defensa de la Soberanía Nacional". No hay palabra en este título kilométrico que no esté sujeta a impugnación por la propia conducta de los anfitriones y de sus invitados.  

No es un "encuentro" sino una claudicación, quienes participan no son cubanos, el tal "bloqueo" es desmentido por los 700 millones de dólares que Cuba compra anualmente en los Estados Unidos, y defender la "soberanía" de Cuba es como tratar de restaurar la virginidad a una dama cuyos atractivos fueron negociados en múltiples ocasiones como moneda de cambio. Utilizada para garantizar protección y obtener prebendas primero de Moscú y después de Caracas. Únicamente unos mentirosos consuetudinarios, consumados e incorregibles como la gentuza que gobierna en Cuba se atreverían a bautizar esta farsa con este nombre.

En cuanto al gentilicio de los participantes afirmamos categóricamente que no son cubanos. Los que están en Cuba porque la represión y el odio desatados contra sus propios hermanos los ha despojado del derecho a llamarse cubanos. Los que viajaron desde el exterior porque quienes hacen causa común con los verdugos de su propio pueblo pierden todos sus derechos, comenzando por el de identificarse como cubanos.

La esencia y la naturaleza de estos miserables la encontramos en un vocablo que nos llega desde la antigua Grecia, donde se calificaba de apátridas a quienes ya fuera por castigo o por su propia conducta ingresaban en las filas de los hombres sin patria. La lista de quienes se han prestado a esta ignominia debe ser exhibida en un Salón de la Infamia del museo donde en un futuro sean mostrados los crímenes perpetrados por la tiranía en este medio siglo de barbarie y dolor.

Este sería el mejor antídoto para inocular nuestra democracia futura contra la prepotencia de los tiranos y las argucias de los demagogos. Y para mayor seguridad, sería una gran medida erradicar la palabra "revolución" de nuestro diccionario político y eliminar el tamaño de los genitales como calificación para acceder al poder.

Y cuando entramos en este tema tan sensible e intenso de la patria, que llega al nivel de dolor en el corazón del exiliado, nuestra imaginación recorre experiencias y lecturas que nos han impactado en el camino ya largo de nuestra existencia. Asistimos de nuevo al lecho de muerte de compatriotas como Angel Aparicio Laurencio, Augusto Maxwell y Sila Cuervo Castillo cuyo mayor sufrimiento a la hora del "hasta luego" no era la dolencia por la cual fallecían sino el hecho de no haber podido ser testigos de la libertad de la patria.

Nos vamos entonces a la Venezuela de los buenos donde un Andrés Eloy Blanco decía ante el congreso de su país: "Si la madre da pañal la patria da bandera". Nos detenemos frente al Niágara donde la lira de nuestro José María Heredia se hace escuchar por encima del torrente avasallador cuando dice: "¡Oh las palmas, las palmas de mi patria!". Y entramos en el puerto de La Habana del brazo de nuestro compatriota y coterráneo Bonifacio Byrne cuando se refiere a nuestra bandera diciendo: "Orgullosa lució en la pelea/sin pueril ni romántico alarde/y al cubano que en ella no crea/se le debe azotar por cobarde."  ¡Qué justicia tan ejemplar habría aplicado Bonifacio Byrne a estos alabarderos de la tiranía!

Pero dejemos que sea el más patriota de nuestros patriotas quien imponga sentencia a estos apóstatas. En este aniversario de su natalicio José Martí les habría dicho: "A la mesa del castigador no puede sentarse con honra, sino sin honra, ningún hermano del castigado". Si contamos los muertos, presos y exiliados los castigados alcanza cifras millonarias en este medio siglo. En el momento de escribir estas líneas nos llegan informes desde Cuba del recrudecimiento de la represión y de los centenares de presos que, junto a sus familiares, son una llaga grotesca y sangrante en el corazón de la patria. 

Tan repulsiva es la conducta de estos reptiles sin honor ni patria que el romántico sublime de "La Niña de Guatemala" y el padre amoroso de "Ismaelillo" los habría crucificado con el lenguaje que reservaba para los traidores. El mártir de Dos Ríos les habría dicho: "Mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa en son de fiesta la casa de los que se lo conculcan, es enemigo de su pueblo". Ante ese pueblo responderán un día por sus fechorías quienes a la hora del sacrificio optaron por el oportunismo y prolongaron la noche de la tiranía.

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