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lunes, 1 de marzo de 2010

No puedo

José Alberto Álvarez Bravo.

Un hermano exiliado nos ha enviado, a varios periodistas independientes, un texto. Todo parece indicar que es para que, al conocerlo, podamos redargüirlo, pero, obviamente, dentro de los cánones del periodismo puro, -vale decir, esa fina línea que divide la literatura del panfleto- y no estoy apto. No puedo.

El texto en cuestión es de la autoría de un tal Enrique Otto Ubieta Meruelos. Alguien que, en uso del libre albedrío, dedica su tiempo y su probado intelecto a justificar y apoyar a la dinastía Castro. No lo censuro, pues cada quien carga con sus virtudes. O sus ignominias.

Tampoco el personajillo es el primero de su especie. Todas las dictaduras han contado con sujetos de esa calaña. A las peores causas no les han faltado apologistas. La historia es pródiga en ejemplos.

El propio Fidel lo enuncia en La Historia me Absolverá: “En todo grupo humano hay hombres peores que las fieras”. Y peores que las fieras son los asesinos y torturadores de nuestro Orlando, con los hermanos Castro al frente. A fin de cuentas, ellos dos, -o tal vez sobre todo Raúl- son los asesinos indirectos en este incalificable crimen.

Opino que no solo ellos, claro está. Una elevada dosis de responsabilidad recae sobre quienes han aprobado esta execrable y cobarde acción de la gerontocracia asesina. O no les han alcanzado los pantalones para censurarla.

También lo comprendo. Quienes no tienen en sus venas la sangre de los bravos –como nuestros inolvidables Roberto López Chávez, Pedro Luis Boitel, y ahora Orlando Zapata Tamayo- ceban su rastrera indignidad denigrando a quienes los empequeñecen.

Es preciso agregar que estas alimañas, en su infinita cobardía, miden muy bien de que lado están “las bagatelas miserables del interés y la comodidad”: la “javita” y la “estimulación en divisas”.

Saben –son muy inteligentes- que en el bando del honor solo se pueden esperar represiones, torturas, privaciones, asesinatos. Y para enfrentar –o estar dispuesto, en cualquier momento- estas expectativas, hay que ser hombre, genéricamente hablando. Porque a Reina Luisa Tamayo le sobra el valor que nunca han conocido estas sabandijas.

Quien calla ante la comisión de un crimen es también un criminal, pero para quien denigra a la víctima, no conozco la palabra adecuada. Que alguien, por favor, me ayude a encontrarla.

Continuar hablando de nuestro hermano muerto intensifica mi dolor. Continuar hablando de sus cobardes asesinos y de sus incalificables alabarderos, me da nauseas.


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