Por: Martha Beatriz Roque Cabello.
No sólo de pan vive el hombre, también necesita otras cosas materiales y espirituales. En Cuba, la sociedad ha acumulado una gran cantidad de carencias de todo tipo y durante el transcurso de estos años difíciles de totalitarismo ha cambiado de forma negativa sus costumbres y cualidades morales. Hay que recordar que hubo un momento de clímax, en el que la gradación ascendente, llegó al colmo del extremismo: “la Constitución hacía ateo al pueblo”.
La necesidad espiritual que tiene el cubano promedio, y en particular la juventud, se puede catalogar de inmensa. La degradación que ha sufrido el lenguaje, los gestos corporales, la forma de vestirse e incluso el alto nivel de prostitución por unos pocos pesos y “pacotilla”, es preocupante y se convierte en uno de los mayores retos a solucionar cuando se produzca un cambio hacia la democracia. No habrá problema económico o político que supere la responsabilidad de los que gobernarán el país, con respecto a la devolución de todo lo que en ese sentido ha perdido la sociedad, y específicamente en las tres últimas generaciones.
La familia cubana está necesitada en estos momentos de un lugar donde pueda considerar seguros a sus hijos, en especial, en el que reine un ambiente de moral y tranquilidad y que las relaciones entre los jóvenes sean algo mucho más importante que el sexo, contentivas de amistad y amor por el prójimo, de respeto a sí mismo y a los demás.
La Iglesia Católica está ofreciendo este tipo de ayuda, pero todavía limitada. Y no es porque los sacerdotes que predican el evangelio en ella -a pesar de ser pocos- no hagan un gran esfuerzo, pero la alta jerarquía de la Iglesia no ha acabado de romper con el compromiso político hacia el régimen, quizás por temor o por simpatías. Se han dado pasos positivos, en específico en los templos se trabaja con la juventud y la niñez. Los adolescentes e infantes que asisten al catecismo sobresalen en cualquier lugar que se encuentren, por la gran diferencia con el resto de los de sus mismas edades.
El comedimiento que la Iglesia les enseña a tener la forma de vivir en el amor a Dios y al prójimo, contrasta con el ambiente hostil que en estos momentos respiran los jóvenes en las escuelas y en los lugares que escogen para esparcirse, que cada vez son menos y que en no pocas ocasiones atentan contra la decencia.
El gobierno ha inyectado en el corazón de tres generaciones, a través de los Comités de Defensa de la Revolución, de otras organizaciones de masas y políticas y de los discursos de sus dirigentes: el odio, la antipatía y la llamada popularmente “chivatería”, que no es más que la forma de mantener la denuncia a cualquiera que no coinciden con el régimen, en su forma de actuar y pensar, lo mismo en actos públicos que privados. También usada para obtener beneficios sobre otras personas, en estos momentos los estudiantes se delatan unos a otros, ya que para conseguir las pocas plazas que dan para continuar estudios preuniversitarios o universitarios, no importa que se hayan logrado buenas notas, pero sí, la participación en actividades políticas y distinguirse en organizaciones como la FEEM (Federación de Estudiantes de Enseñanza Media) y la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas).
El ejemplo más fehaciente de esto, son las turbas que componen las Brigadas de Respuesta Rápida, personas de baja calaña, que permiten al régimen que las usen, y que han mostrado al mundo sus caras llenas de rencor por otros cubanos, que sólo quieren la libertad del país.
También se vincula a todo este proceso el que los hijos no puedan ser como los padres y tengan que querer ser como el Che. ¿Qué características positivas tenía este hombre que recorría el mundo en busca de aventuras? De una foto bien tomada y publicitada se ha querido hacer un héroe, un paradigma, pero no es más que un mal ejemplo a seguir.
Todos saben que es imposible para cualquier padre no permitir que su hijo sea pionero, que use los atributos de esta organización, esto es una obligación, el no hacerlo cuesta cualquier cosa. Una de las pocas excepciones las han mantenido los Testigos de Jehová, que no consienten que los niños tengan ningún vínculo político en las escuelas.
Esta es una semana especial, en la gran mayoría de los países, en Cuba es solo tiempo de alza turística. No va a ser posible el recogimiento para los que profesan la religión católica, porque habrá música, esa a la que está acostumbrado el cubano promedio que con tantos decibeles acaba con los oídos de cualquiera.
¡Qué bueno sería que al igual que se considera feriado el día del nacimiento de Cristo, también lo fuera la fecha de su muerte, el Viernes Santo! Que la gente no tuviera que ir a trabajar, que los niños y adolescentes pudieran tener un día de meditación y ensimismamiento sobre la pasión y muerte de Jesús; en fin que los templos estuvieran llenos, para vivir esos momentos, que van desde los ramos del domingo, el Vía Crucis, la Última Sena, el oficio de la Pasión y la vigilia Pascual hasta llegar a la Resurrección.
También para este pueblo tan necesitado de libertad, la Semana Santa constituye un ejemplo: “con la perseverancia se puede llegar a alcanzar lo que se quiere, incluso, aunque ésta cueste la muerte”.
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