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miércoles, 5 de mayo de 2010

La historia no miente (II)

Normando Hernández González. Grupo de los 75.

Venganza política.

En el trabajo anterior titulado: “Fidel más dictador que Batista”, se analizó a través de dos ejemplos, que ahora retomo, que Fidel Castro y los que mandan en Cuba siempre han sido más dictadores de lo que fue Fulgencio Batista.

Ahora ampliaré los horizontes y los escépticos se convencerán de la maldad que habita en las almas de los que detentan el poder en la mayor de las Antillas. Verán como los comunistas cubanos sacian su sed de sangre -cual inmundas sanguijuelas- vengándose de los indefensos prisioneros de conciencia, por el solo hecho de ser éstos disidentes de su política; verán el odio visceral que sienten estas “personas” con los que se les oponen pacíficamente.

Es bueno recordar, que en el archipiélago cubano, desde la primera mitad del siglo pasado los presos por motivos o ideas políticas siempre recibieron un trato diferente al resto de la población penal. Hasta el “Asno con Garras”, epíteto con el que identificaban al tirano Gerardo Machado, respetaba la diferencia. El mejor ejemplo radica en la persona del tristemente célebre capitán Castelló, director del Presidio Modelo en Isla de Pinos, en el gobierno de Machado; que trataba a los presos políticos de tal forma que no tenían “motivos justos de protesta” y llegaron a dudar de que si todo lo que se decía de aquel horrendo antro de muerte no fueran exageradas leyendas. Así lo asegura el comunista Pablo de la Torriente Brau en su libro: Presidio Modelo.

En el libro La Prisión Fecunda, de Mario Mencía, se puede apreciar como Fidel Castro y los moncadistas desde su entrada a prisión fueron diferenciados de los reos comunes, y como el propio Fidel, en una carta dirigida al censor del reclusorio, que le devolvió dos libros, expresa: “…Yo de todos modos he tenido una ocasión más de apreciar cuan invariablemente amable es usted…”

A Batista no le importó que los jóvenes le asaltaran dos cuarteles y cometieran un fratricidio, para darle los derechos que les pertenecían como presos políticos. Además, les permitió una hornilla eléctrica para -si querían- se elaboraran sus propios alimentos y hasta les facilitó organizaran una academia ideológica.

Pasados 8 meses de estar encarcelado el señor Castro escribe: “Ya tengo sol varias horas todas las tardes y los martes, jueves y domingos también por la mañana. Un patio grande y solitario paso allí horas muy agradables”. “Me voy a cenar; espagueti con calamares, bombones italianos de postre, café acabadito de colar y después un H.Upman No.4. ¿No me envidias? “… “Cuando cojo sol por las mañanas en short y siento el aire del mar, me parece que estoy en una playa, luego un pequeño restaurante aquí. ¡Me van a hacer creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de semejantes revolucionarios?” Estas palabras no necesitan comentarios. Son rotundas.

Como también es rotundo lo que escribió al año de ser apresado, agosto de 1954: “Trajeron a Raúl para acá. Comunicaron mi celda (que tu viste en Bohemia) con otro departamento cuatro veces mayor y un patio grande, abierto desde las 7a.m. hasta las 9 y 30p.m. la limpieza corresponde al personal de la prisión, dormimos con la luz apagada, no tenemos recuento ni formación en todo el día, nos levantamos a cualquier hora… Agua abundante, luz eléctrica, comida, ropa limpia y todo gratis... ¿Crees que por allá se está mejor? Visita dos veces al mes. Reina ahora la más completa paz.”

Los ejemplos para demostrar las condiciones sui géneris con las que el dictador Batista favoreció con el presidio a los moncadistas llenarían varias cuartillas.

Pero la vida de los presos por motivos o ideas políticas en las cárceles cubanas un día cambió irremediablemente. La turba que tomó el poder el 1ro de enero de 1959 irrespetó lo que hasta los tiranos más despreciables de la historia republicana de la mayor de las Antillas siempre respetaron: diferenciar al reo común del preso político.

Los castristas, con sus corazones desbordados de odio, rencores, envidias, sed de venganza… y desprecio inhumano contra los que disienten de su ideología, nunca dudan ni el pulso les tiembla a la hora de destruir a quienes consideran enemigos. Un ejemplo claro lo tenemos en la internacionalmente conocida “Primavera Negra de Cuba” cuando apresaron y sancionaron a largas penas de cárcel a 75 disidentes porque ejercían, de forma pacífica, derechos inalienables de todos los miembros de la familia humana.

A los 75 -desde su arribo a la prisión- los obligaron a convivir con asesinos, violadores, drogadictos, homosexuales, psicópatas, delincuentes comunes carentes de todo escrúpulo con la premeditada vileza de destruirlos física y moralmente e igualarlos a la inmundicia que ha creado el Partido Comunista a su paso por el poder en la isla de José Martí.

La aberrante y deliberada crueldad del gobierno de los hermanos Castro se extendió hasta los familiares de los 75, quienes se han visto obligados, durante años, a viajar cientos de kilómetros cargados de avituallas para sus seres queridos que fueron dispersados por todo el país en cárceles alejadas de sus lugares de residencia. A los que viven en el occidente del archipiélago los pusieron en prisiones del oriente; a los del oriente los ubicaron en occidente y a los del centro los distribuyeron en ambos extremos. Salvo algunas excepciones que contadas con los dedos de las manos sobran. Han pasado más de seis años y todavía quedan muchos fuera de su provincia.

Las visitas familiares y conyugales, en los primeros años eran cada 3 y 5 meses respectivamente y aunque el Reglamento Penitenciario dice que tienen derecho a progresar en régimen, lo que trae consigo una mayor periodicidad de visitas, las autoridades sólo han progresado a una minoría.

La violación y negación de los derechos que les pertenecen como presos políticos; la falta de higiene y el hacinamiento en las barracas; el aislamiento prolongado en celdas solitarias; el maltrato de obra y palabra a mano de funcionarios penitenciarios y de delincuentes comunes; la pésima alimentación; la negligencia como primer punto en el orden del día; el acoso y hostigamiento de la policía política hacia el recluso y hacia los familiares de estos; el desasosiego perenne por convivir entre malhechores; la asistencia médica a media; entre muchas otras calamidades es la que el régimen castrista ha dado a los prisioneros de conciencia del grupo de los 75.

Pero en donde la venganza política, la alevosía del castrismo cobra dimensión colosal, es en el saber que la gran mayoría de los apresados y sancionados en marzo/abril de 2003, tienen la salud física y psíquica desquebrajada, padeciendo enfermedades que nunca antes habían padecido. Las evidencias indican que muy probable fueron inoculadas.

No exagero si digo que con los prisioneros de conciencia del grupo de los 75 se comete, además de un crimen de lesa humanidad, un genocidio ante los ojos del mundo todo, que envilecido por la maquinaria propagandística del gobierno cubano no acaba de adoptar una posición digna y definitiva en defensa de la libertad de los defensores de los derechos humanos que están siendo asesinados de forma lenta, sutil, premeditada…

A los que dudan de la cruenta realidad en la que se desenvuelven los cubanos, les exhorto una vez más, que investiguen la verdadera historia de mi país, no la que hábilmente han escrito los que hoy gobiernan, y se darán cuenta de que lo que hasta aquí he dicho es una nimiedad comparado con los crímenes que el castrismo ha cometido a lo largo de 50 años.

Hospital Carlos J. Finlay, Sala de la Seguridad del Estado.
Ciudad de La Habana, 3 de mayo de 2010.


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