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miércoles, 26 de mayo de 2010

La última válvula del régimen

Por Lázaro Tirador Blanco.

Aunque sin la astucia, agudeza y oportunismo de su hermano Fidel, el actual dictador de turno muestra de nuevo la estrategia ya manida de buscar una válvula de escape cuando la situación se torna demasiado candente dentro de Cuba, y las presiones internacionales comienzan a acrecentarse y el régimen a sentirse acosado.

El sistema totalitario está lleno de momentos en que pareciera que al fin habría una oportunidad para la conciliación, para el entendimiento y para que el régimen “aflojara un poco la mano” y el pueblo tuviera más oportunidades aún dentro del esquema del sistema totalitario. La más reciente fue en tiempos de la toma de posesión del presidente Barack Obama.

Pero ahí está la Historia para corroborar que –una vez reprimida, pasada y controlada la situación interna-, la represión, la persecución y la altanería castrista –primero con Fidel y ahora con Raúl Castro-, resurgen renovadas, con nuevos bríos y más ávidas y cruentas.

En tiempos de la ascensión de Obama al poder, el propio Fidel Castro y a la par su hermano, enviaron piropos y halagos al nuevo presidente del imperio los que iban acompañados de promesas de reformas, medidas de aperturas y una mejoría de las condiciones de vida de los cubanos, entre ellas la ampliación de los viajes a la isla, el acceso de los nacionales a la internet, a la telefonía celular, el acceso a los hoteles de turismo y otras. La vida demostró que las reformas o nuevas medidas amañadas, ningún beneficio trajeron en la práctica a la mayoría del pueblo y que los halagos y piropos al presidente Obama se convirtieron en los tradicionales epítetos e insultos reservados para los presidentes norteamericanos, con independencia de su filiación partidista, durante más de 50 años y un nuevo y grosero portazo en la cara a la comunidad internacional.

En tanto en la Cuba de adentro sí se han estado produciendo cambios, pero no en el régimen sino en la concertación de un nuevo pensamiento de unidad contra el sistema totalitario que –aunque subterráneo todavía-, va aflorando poco a poco bajo una intensa y ejemplarizante resistencia de los prisioneros políticos -algunos en huelgas de hambre como el recientemente fallecido Orlando Zapata y el aún en huelga Guillermo Fariñas-, así como las protestas populares pacíficas encabezadas por las dignas y valientes Damas de Blanco. Otras opciones disidentes como el Proyecto Varela y tantos otros elementos que sería largo nombrar, están despertando poco a poco la conciencia nacional y acrecentando la certidumbre de que ha llegado el momento del cambio real y de la expulsión del castrismo y sus genízaros del poder.

No obstante y pese a su miopía política y falta de la habilidad y del histrionismo oportunista de su hermano y mentor, Raúl Castro está ensayando un nuevo coqueteo –ahora con la Iglesia Católica- para proponer una salida a la crisis que ya se le hace insostenible: se ha mostrado dispuesto a resolver la situación de los presos políticos. Así ha declarado el cardenal Jaime Ortega después de una reunión con el tirano, sobre la cual dijo esperar que el gobierno libere presos políticos, sobre todo a los más enfermos. Esta nueva maniobra ha sido considerada por la jerarquía católica de la isla como positiva y ha despertado optimismo en diversos sectores dentro y fuera del país.

Pues esa es la intención castrista: lograr un alivio de aspirina a la difícil situación que atraviesa el régimen, no sólo por el incremento de la represión abierta que ha desatado contra todo lo que huele a “disidencia” o “mercenarios del imperio” (como califica a los opositores), sino porque sus fracasos en el terreno económico, laboral y social van acercando cada día más al régimen a su apocalipsis, y eso el pueblo cubano lo intuye.

Claro está que cualquier alivio que se logre en las condiciones de confinamiento de esos sufridos, vejados y masacrados hermanos que llenan las cárceles cubanas en infrahumanas condiciones, será algo que todos los cubanos deseamos; pero qué triste que tengamos que esperar que el régimen use esos “beneficios” como válvula de escape de su desesperada situación. Gracias a Dios ya son pocas las opciones que les quedan, como poco es el tiempo de supervivencia que tienen.

El implacable reloj de la Historia está tocando su hora contra los que han tratado de asesinar la verdadera historia de la Patria, de ocultar y negar el ejemplo que proyectan sus héroes y próceres, los de antes y los de ahora; que asesinan la noticia veraz, el sufrimiento diario, y la rebeldía que surge en cada rostro, que se susurra en cada garganta, pero que se levantará en cualquier instante, no como un estertor de muerte, sino como un grito de victoria y de esperanza, como una verdadera válvula de escape no del régimen agónico, sino de la libertad secuestrada, del sufrimiento vencido y del nuevo amanecer de la nación cubana, sin tiranos y con todos y para el bien de todos, como dijera Martí.

Esta es quizás la última válvula, pero sin escape para el régimen.


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