El régimen parece comprender que una de las claves para sacar a la economía cubana del pozo y superar el estancamiento es la agricultura, entre otras razones porque en la actualidad el país importa el 70% de los alimentos y estos representan casi la quinta parte de las compras en el exterior. Algunas medidas así lo sugieren: el Decreto Ley 259, sobre la entrega en usufructo de tierras ociosas (al cerrar 2007, el 55% de la superficie agrícola no estaba cultivada); la creación de la agricultura suburbana para aprovechar las tierras que rodean ciudades y pueblos; la apertura de mercados de insumos para el sector cooperativo campesino, que con solo el 40% de la superficie agrícola oferta casi el 70% de la producción agropecuaria; así como otras regulaciones en materia de precios y mercado. Todo ello hace suponer que se pretende hacer de este sector el pivote para sacar al país de la extenuación en que está sumido.
En la última Sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular celebrada del 16 al 18 de diciembre de 2010, algunas formulaciones permitían suponer que se avanzaba, aunque tímidamente, en ese rumbo. El Ministro de Economía y Planificación declaró: “Ahora esa base productiva, si va a estar de cara al mercado…”, e informó que para 2011, con excepción de 21 productos “…el resto… se dejan libres de contratación, y la gente los venderá en los mercados agropecuarios, en los mercados de oferta y demanda, a precios de oferta y demanda.”
Solo faltaba conocer cuáles eran esos 21 “producticos”, y el 10 de enero el semanario Trabajadores los publicó, son nada menos que: plátano vianda, plátano fruta, boniato, malanga, papa, tomate, pimiento, ajo, yuca, cebolla, maíz, coco seco, frijoles, arroz, garbanzo, hortalizas de cultivos protegidos, mango, guayaba, fruta bomba, piña y cítricos; casi nada, únicamente los fundamentales en el consumo y que representan más del 80% de la producción de alimentos de la agricultura no cañera.
Estos productos serán contratados y acopiados por el Estado al precio que este fije y su destino serán los mercados agropecuarios estatales, el consumo social, semillas, industria, mercado interno en divisas, exportación y sustitución de importaciones.
A ellos hay que agregar otros productos agrícolas, que son fondos exportables o destinados a sustituir importaciones, como la caña de azúcar, tabaco, café, cacao y miel y cera de abejas, que también son acopiados por el Estado a precios establecidos.
La lista se completa con los distintos tipos de carne, leche y huevo, que también son de control del Estado, el cual fija los precios y tiene prioridad absoluta en su compra.
Quedarían por vender libremente, a precios de mercado: pepino, calabaza, berenjena, melón, col, aguacate, mamey colorado, y toda una amplia gama de productos de escaso volumen y ninguna importancia en la alimentación, además de los excedentes de los anteriores renglones.
Las “buenas” noticias no pararon ahí, el Ministro agregó: …”hay que mejorar también los mecanismos de acceso a las principales materias primas”…”tenemos que crear un mercado donde los recursos estén ahí, sin subsidio… el Estado acopia lo que contratamos… y tiene un precio;”… ”si nosotros vendemos insumos… y compramos el producto terminado, socializamos la producción”.
Cuando los personeros del régimen hablan de venta sin subsidio se refieren a precios al nivel del mercado internacional, como por ejemplo, si el petróleo está a 90 dólares el barril, se lo venden al campesino a un precio superior a su equivalente de 0,63 cuc el litro. Pero al propio tiempo compra a los productores a precios muy inferiores a los externos, como en el caso del arroz, que lo paga a 290 pesos (moneda nacional) el quintal equivalente, a 294 dólares la tonelada, mientras su precio en el mercado mundial es muy superior a 500 dólares por tonelada.
Aunque el régimen parece comprender que el sector agropecuario es vital para salir de la inercia, no se atreve a adoptar la única solución posible, dar al campesino la propiedad real de la tierra y que pueda disponer libremente de lo que produzca.
En su lugar prefiere hacer trabajar a ese laborioso bípedo, cogido por el narigón, con la cuerda bien tensa.
Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.
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