Aritza, Cienfuegos, 6 de marzo de 2011.
Mi nombre es Evelio Leiva Rodríguez, ex miembro del Ministerio del Interior. En el año 1975 fui llamado por el servicio militar obligatorio para prepararme para la defensa de mi patria, Cuba, en caso de ser agredida.
Tuve como dicha o desgracia por la trayectoria de mis padres ser seleccionado dentro de un grupo de jóvenes para pasar mis 3 años de servicio. Según me hicieron saber los encargados del reclutamiento lo pasaría en la organización más prestigiosa del país, el Ministerio del Interior.
¡Oh señores!, que clase de prestigio tiene dicha organización. Allí aprendí a consumir drogas, a robar y a torturar, allí en el infierno de la Prisión de Boniato, Santiago de Cuba, donde presté mi servicio. También fui testigo de algo que jamás he podido borrar de mi mente, y me siento culpable. Aquel triste día en que vi a un destacamento de presos políticos, como así se le llamaban, que se unieron de una forma pacífica para reclamar mejores condiciones de vida, y cuando no habían pasado dos segundos de haberse iniciado la reclamación, la Seguridad del Estado cubana, sin escrúpulos, les cayó a tiros, convirtiendo una reclamación en una masacre sanguinaria.
Quisiera preguntarle al presidente de mi país, Raúl Castro Ruz, ministro de la Fuerzas Armadas, quién dio la orden para cometer aquel crimen tan grande que trasformó mi vida en lo adelante.
Hoy me encuentro en la prisión Aritza, sancionado a doce años de privación de libertad por un delito de tráfico de drogas, delito que no cometí. Simplemente exigí mejores condiciones de vida para tres niños que viven en extrema pobreza en la Avenida 60 número 4708 entre 47 y 48, en la provincia Cienfuegos, y fui acusado de contrarrevolucionario. Así le paga el diablo a sus peones.
La iglesia católica de Cienfuegos tiene un casete con las pruebas de las terribles condiciones en que viven esos niños y que fue lo que reclamé, y me fabricaron este delito, ya que ellos acostumbran a fabricar delitos.
Allí en esa Iglesia, alguien tomó mi escrito y se lo entregó a la Seguridad. Me arrepiento ante Dios por haber servido al diablo con tanta lealtad.
Nota: Esta carta fue leída por teléfono por Evelio Leiva Rodríguez. Y transcrita por Magaly Norvis Otero Suárez.
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