Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.
La desmesura represiva ha caracterizado la actuación del régimen cubano en estos días a lo largo del país, que tuvo su expresión más brutal en el acoso a las Damas de Blanco el día 23 de febrero, cuando conmemoraban el primer aniversario del asesinato de Orlando Zapata Tamayo.
Los detalles de todo lo ocurrido en esta semana aciaga son conocidos y han tenido amplia repercusión internacional. El régimen sabe que desafueros de este tipo tienen un gran costo político y sin embargo no han vacilado en afrontarlo.
Los acontecimientos del mundo árabe y en especial lo que ocurre en Libia, hacen temblar al tirano y trata de amedrentar para ocultar su temor.
Lo que queda de Fidel Castro no puede ocultar su alineación al lado de Gaddafi. Pone en duda las informaciones de las agencias de prensa acerca de los centenares de muertos que ha arrojado la brutal represión en ese país y se lamenta de la hipotética muerte de civiles indefensos entre una supuesta invasión de la OTAN; y sin embargo, no expresa ningún pesar por los muertos ocasionados por el régimen libio, aún cuando el propio Ministro del Interior confesó que los efectivos militares mataron entre 300 y 400 personas con la justificación de que pretendían tomar bases militares.
La sintonía entre los dos tiranos se hace patente en sus respectivas palabras cuando Fidel Castro expresó: “…, no me imagino al dirigente libio abandonando el país,…” y Gaddafi aseguró combatir hasta la última gota de su sangre.
Las bravatas de este tipo de personajes terminan como la huida de Manuel Noriega cuando la invasión de EEUU, el ocultamiento de Saddan Hussein entes de su captura o la entrega de Raúl Castro a las autoridades después del asalto al cuartel Moncada en 1953.
Pero lo que asombra es que mientras Fidel Castro concluía su reflexión sobre Libia titulada “Danza macabra de cinismo” el 23 de febrero a las 7 y 42 pm, aún continuaba el acto de repudio con más de mil manifestantes a las Damas de Blanco frente a la casa de Laura Pollán ¿no le interesaba acaso la danza macabra de bajezas que allí se desarrollaba? ¿O le interesaba demasiado y fue su autor?
No caben dudas que no se trataba de manifestaciones espontáneas de la población, ya que durante estos días fueron detenidos numerosos opositores, otros fueron enclaustrados en sus casas, además de las numerosas golpizas propinadas.
A Martha Beatriz Roque la golpeó una mujer que se identificó como oficial de la Seguridad del Estado, a Héctor Maseda, recién salido de prisión y esposo de Laura Pollán, le quisieron impedir entrar a su propia vivienda. Esos oficiales permitieron tirar huevos, piedras, agua y proferir groserías durante esas seis horas.
Es posible que en las casas de algunos de los participantes en la muchedumbre faltaren después huevos en sus mesas, lo cual viene ocurriendo desde los actos de repudio de los ochenta.
Entre el conglomerado que rodeó la casa de Laura Pollán no había vecinos, salvo dos o tres deshonrosos casos.
¿Cabe pensar en la espontaneidad cuando incluso llevaron un carro altoparlante para dirigir el voceo de consignas?
Hay que decir, no obstante, que menos un grupo de vocingleros de potentes cuerdas, el resto de los manifestantes se mantuvieron inermes, callados e inexpresivos.
Lo más vergonzoso fue la presencia de niños inocentes en esa muchedumbre, y sobre todo de tantos hombres que se prestaron para ultrajar a simples mujeres pacíficas.
Mientras la turba profería insultos a la memoria de Zapata, de las Damas de Blanco no salió una sola palabra ofensiva a la ya extensa lista de muertos que la ancianidad y la vida licenciosa ha dejado en las filas de la cúpula del régimen.
Los ecos lejanos de Tiananmen y el retumbar de los sucesos de Libia lastiman los oídos del tirano y sus seguidores. El resultado en Libia es de desear que sea diferente al de Tiananmen, pero cualquiera que sea, siempre a la larga todos los caminos conducen al mismo lugar, la libertad, más tarde o más temprano.
La Habana, febrero 25 de 2011.
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