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sábado, 30 de abril de 2011

El Primero de Mayo en Cuba


Ver Yo no Marcho el 1º de Mayo.
Por Aimée Cabrera.
“Este Primero de Mayo constituirá una reafirmación de la voluntad de la mayoría de los cubanos de defender nuestra obra hasta las últimas consecuencias”, dijo el trabajador Rafael Melgares al periódico Granma.
Otros, como Salvador Valdés Mesa, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), declaró al noticiero televisivo entre otros aspectos que “será un momento más para reafirmar el carácter socialista de la revolución… nuestra gratitud a las miles de organizaciones sindicales, a los movimientos de solidaridad, a personalidades, y a todos aquellos que apoyan a la revolución…”
Similares opiniones han sido divulgadas por los medios de comunicación a escasas horas del desfile por el Día Internacional de los Trabajadores. La doble moral está presente en buena parte de los entrevistados, sin embargo, algo diferente sucede cuando los cubanos están en lugares donde no se sienten presionados.
Las calles habaneras brillan por el reflejo del sol acompañado de los vientos del sur que acaloran más el ambiente. No todos prefieren un jugo o un refresco bien frío. La mayoría opta por una tacita de café humeante, y entre sorbo y sorbo, fluyen los comentarios.
“No tengo más remedio que ir al desfile porque si no pierdo mi trabajo, y soy quien mantiene mi casa”, señala una trabajadora del turismo (uno de los sectores más codiciados), mientras espera a que le sirvan una taza de café en el portal que sirve de cafetería a un cuentapropista.
A su respuesta recibe otra como retándola: “A mí no me cogen para esa, yo sí que no voy a ningún desfile, no tengo nada que perder porque trabajo en mi casa”, la cual fue pronunciada por un maestro de albañilería.
“Tengo domingo y lunes para hacerlo todo en mi casa. Mis hijos desfilan con su escuela y mi marido con su trabajo. Cuando lleguen ya tengo adelantado el almuerzo, destacó una maestra, quien saboreó también el café recién colado.
Mientras tomaban sorbos de un café regular pero bien caliente, estos vecinos y transeúntes del municipio Plaza comentaban sus ideas acerca del desfile y sus contratiempos.
Todos los cubanos están obligados a participar en el mismo, sin distinción de edades o impedimentos. Desde finales de los noventa y con el nuevo Milenio, se observa como muchas personas se quedan en sus vecindarios en espera de que concluya la parada.
Dentro del hogar se entretienen con música o imágenes grabadas, y son muy pocos los que encienden el televisor o el radio para estar al tanto del evento. Esta conmemoración no tiene en Cuba un carácter sindical, sino es la forma de encubrir fines políticos para obligar a los trabajadores y al pueblo en general, a que asistan al desfile que se efectuará en cada plaza o parque del país.
Este año, con la reducción de plantillas en los centros laborales, los trabajadores son chantajeados por sus jefes administrativos y dirigentes sindicales que han utilizado el llenado de listas, donde las personas están obligadas a dar sus firmas como constancia y compromiso de que participarán en los desfiles y marchas. De no acudir, pueden perder desde una buena evaluación, la carrera que aspiran estudiar, o el puesto de trabajo.
La situación económica del país afecta a la población que ve muy restringido su nivel de vida. Estas y otras desavenencias dan lugar a demostraciones de desacuerdo que nunca antes se habían visto o escuchado en plena calle.
Si bien éstas van aparejadas a las frases de quienes adulan con sus opiniones a los gobernantes, estas últimas son rechazadas por quienes al escucharlas guardan silencio o las rebaten.
“La moral aquí no es doble, ya es triple. La gente se queja en su casa o con las amistades pero no falta al desfile, allí van a estar, agitando la bandera cubana y otras consignas mientras saludan a las cámara”, resume una mujer que espera el ómnibus a unos pasos de la cafetería.

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