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martes, 12 de abril de 2011

Los muros de Satán


Foto: Reina Luisa Tamayo Danger, Dama de Blanco y madre del mártir cubano fallecido tras una prolongada Huelga de Hambre en prisión.
Por José Alberto Álvarez Bravo.
Cuando Lucifer fue expulsado del cielo, su acción destructiva se hizo sentir en toda la faz de la tierra. Empeñado en cuanta guerra, epidemia y desolación ocurría en el mundo conocido, no paró mientes en una pequeña isla del Caribe habitada por pacíficos indígenas.
Llegó un día en que la hez de Europa “descubrió” la verde y soleada isla, y junto a la cruz inquisitorial arribaron los primeros enviados de Satán.
Pero a pesar de los desmanes cometidos por algunos de estos embajadores del Maligno, ninguno fue lo suficientemente perverso para merecer la investidura de Supremo Vicario, hasta la llegada a la isla de un joven gallego, reclutado para el innoble fin de asesinar cubanos que luchaban por la independencia de su tierra.
Cuenta la historia que Satán, conocedor de las “cualidades” del galleguito, le propuso convertirlo en su mano derecha. Ángel –que tal era el sarcástico nombre del individuo- declinó el nombramiento, pero tranquilizó al ubicuo personaje con la promesa de darle no uno, sino dos hijos, para que fueran sus más auténticos representantes.
Fue así como estos dos sujetos, luego de traicionar los postulados de la revolución –“verde como nuestras palmas”, y “de los humildes, por los humildes y para los humildes”- y con el sostén militar y político del imperialismo soviético, extendieron los estrechos límites de Birán a toda la geografía insular, aislando a Cuba del resto del mundo tras un muro de opresión, un muro de dolor, un muro de involución a la era feudal de la humanidad.
Estos muros fueron levantados con los cuerpos de miles de cubanos fusilados, regados con su sangre y con las lágrimas de sus madres, viudas e hijos, y reforzados con las rejas de centenares de prisiones abarrotadas.
Estos son los muros de Satán.
Pero hoy el Medio Oriente grita al mundo el final de la era de las dictaduras perpetuas, y los muros castrostalinistas, -apenas sostenidos por la aviesa acción de sus esbirros asalariados- se resquebrajan ante la erosión de la tecnología. Las redes sociales y el periodismo independiente ponen al desnudo la (fea) cara oculta del pretendido paraíso del proletariado.
Como la antigua Muralla de La Habana, -cuyos vestigios aun se conservan- un día no muy lejano los muros de Satán pasarán a ser solo un (mal) recuerdo de un experimento que no se deberá repetir nunca más.

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