Barcelona/ Mambí en A/ "Vamos a conseguir su dimisión y no cejaremos en nuestro empeño hasta que se vaya. No vamos a regresar a nuestras casas hasta que sea derrocado. La victoria llegará pronto". Esta expresión lanzada por una de las manifestantes en Yemen, parece ser el denominador común de la ola de protestas en los países árabes. Esa es la idea fija de los pueblos cuando se cansan de regímenes opresores, dictatoriales, dinásticos, y de monarquías en las que reyes y príncipes engordan sus arcas a espaldas del padecimiento del pueblo que les ha servido de pedestal.
Decenas de miles de personas han vuelto a pedir en Saná la dimisión inmediata de Ali Abdalá Saleh. Un mar de manifestantes ha tomado igualmente las calles de Taiz, la tercera ciudad del país.
En Siria, el pueblo ha vivido un viernes de sangre e ira, donde decenas de personas han muerto víctimas de la brutal represión de las protestas contra Bashar al Asad. El número de fallecidos difiere según las fuentes, pero podría acercarse al medio centenar. Los heridos se cuentan por docenas. Las manifestaciones para exigir la caída del régimen han recorrido el corazón de las principales ciudades del país. Una vez más, las fuerzas del orden y las milicias próximas al poder han abierto fuego sobre la población civil.
En Libia, satisfacción entre los rebeldes tras la decisión estadounidense de enviar al frente aviones no tripulados. Los milicianos saben que el uso de esos aparatos conlleva riesgos para la población civil, pero también que pueden inclinar la balanza de la guerra a su favor y acortarla en el tiempo.
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