Por: José Alberto Álvarez Bravo.
El Sr. Harold Camping, Presidente de Family Radio, sacó sus cuentas y nos asegura que al mundo solo le quedan diez días de vida. Otro personaje célebre, el mexicano José Rómulo Sosa Ortiz (José José, El Príncipe de la Canción) dejó enumerado lo que haría “si alguien me dijera que me quedan pocos días por vivir”.
En el orden personal, no doy por sentado que solo nos queden diez días por vivir, pero si así fuera, no los voy a pasar diseñando un programa de vida para estas doscientas cuarenta horas que el Hacedor nos ha deparado. Lo que haré en la hora siguiente, dependerá de lo que suceda en la presente.
Por consiguiente, no tengo ningún plan concreto de cómo voy a pasar estos diez días, a pesar de que es, como para todos los demás coetáneos, mi último chance.
Al parecer, como producto de mi desidia, carezco del dichoso plan de vida. La policía política me diseñó uno, y para tocar el tema haré una breve historia.
Cuando al gobierno cubano comenzó a darle taquicardia oír el nombre de la Academia Nueva Esperanza, la clausuró con el despliegue de una cohorte de corpulentos efectivos de la seguridad del estado, como si ésta fuera tan precaria que la ANE pudiera ponerla en peligro.
En días recientes, decidimos crearnos el hábito de sentarnos en el paseo de la calle G, en El Vedado, a conversar de temas diversos. El 2 de mayo nos reunimos con el matrimonio Lima Cruz y Mario Alberto Hernández Leyva, pero ya el 9 éramos once personas, y parece que esto asustó a quienes han hecho de la perpetuación del régimen cubano, un modus vivendi.
Anoche, martes 10, volvimos a ser cinco, con Mario Alberto, Niurka Luque, Ángel Valera y Aramís Sáez. Mario Alberto se fue por su lado, Niurka y Ángel se dirigieron a la parada del P-2, y Aramís siguió conmigo por Calzada para llegar a mi casa a tomar agua. En la esquina de Calzada e I, un patrullero de la PNR permanecía detenido con uno de los policías parado fuera del auto, situación que le permitió presenciar cuando un hombre vestido de civil bajó de un Lada rojo y me introdujo en su interior, sin ninguna violencia dada la mansedumbre de mi carácter.
La cabeza contra el asiento del Lada mi impidió saber adónde me llevaron. Cuando me permitieron sentarme, noté que el lugar carecía de tránsito vehicular y peatonal.
En 60 años de vida, nunca había sido objeto de tantas injurias, de tantas agresiones a mi dignidad personal, de tantas amenazas, más agresivas y directas que las del Sr. Harold Camping.
La disciplina militar, quizás mi avanzada edad y mi ya mencionada mansedumbre, contuvieron las manos del oficial Fernando Tamayo Gómez, y mi flaco cuerpo no tuvo que lamentar la golpiza que parecía anidar en su ofuscación conmigo.
Este es el primer secuestro en que no me conducen a una Unidad policial, reduciendo la complicidad de la PNR a la contemplación pasiva de un crimen contra los derechos fundamentales de un ciudadano pacífico.
Además de robarme la cámara fotográfica y el teléfono móvil, la policía política me diseñó un programa de (no) vida para estos últimos diez días: no puedo recibir en mi casa más de dos o tres hermanos de la resistencia pacífica, no puedo poner videos en que se coree Abajo Fidel y Raúl, no puedo sentarme con mis amigos en ningún espacio público, no puedo, no puedo, no puedo…
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