Por Aimée Cabrera.
El Día de los Padres se celebra en Cuba cada tercer domingo de junio. Aunque no es tan sagrado como el Día de Las Madres, las personas se esmeran por congratular tanto a los padres biológicos como a quienes no lo son.
En Cuba hay una alta cifra de hombres que han escogido el exilio como vía de mejorar la situación económica familiar. Sus familiares en la Isla tratan de comunicarse con ellos, el día de la semana con mayor demanda en las líneas telefónicas internacionales que sigue siendo el domingo.
En cada calle habanera se escuchó la palabra “felicidades”, dicha con sinceridad y cariño. Varias personas se acercaron a los ancianos que no dejaron de vender el periódico, la mantequilla casera o la bolsa de nailon mientras el resto de la familia preparaba un almuerzo especial, con cada día menos posibilidades.
Las iglesias católicas ni los cementerios dejaron de ser visitados por quienes se niegan a abandonar sus tradiciones y rendirles homenaje a sus padres fallecidos. “Mientras Dios me de fuerzas iré a ponerle sus flores y pasaré por la iglesia para rezarle, el fue muy buen padre e hijo”, dice Laura quien va preparada al cementerio con flores y frascos, acompañada por sus nietos.
El hombre cubano que vive en la Isla trata de ganarse el cariño de sus hijos y demás familiares, ayudando en la familia, como es el caso de los padres de hijos nacidos por partos múltiples como trillizos y cuatrillizos. Es una forma de no dejar todo el peso del hogar en las madres que deben recuperarse después de dar a luz a sus retoños.
Otros comparten los quehaceres del hogar. “Mi mujer tiene un buen trabajo pero es lejos. Yo soy quien llevo a los muchachos a la escuela, los levanto y atiendo, lo mismo por la tarde, los voy a buscar a la escuela, y ayudo hasta que ella llega casi por la noche”, explica Ernesto, trabajador residente en el municipio capitalino Plaza.
Muchos padres cubanos sienten la necesidad de rescatar el papel y la calidez que inspiran la unión familiar, sobre todo los más jóvenes que prescindieron de los suyos, quienes fueron en su mayoría obligados a participar en conflictos bélicos, o en movilizaciones absurdas controladas por un gobierno que ha cesado de provocar la desunión y el desamor.
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