Por: José Alberto Álvarez Bravo.
A un asalariado de la dictadura castrista le ordenaron redactar un texto que tituló Ser ciudadano, y la página de opinión de la edición del 26 de junio de 2011 del vocero oficialista Juventud Rebelde le abrió, gustosa, un espacio.
Cualquier lector desprevenido, si la paciencia le da para terminar de leer el articulejo, concluye preguntándose a qué viene semejante cantinfleo, pero quien conozca lo que hacen las Veladas Ciudadanas en Cuba, ya desde el primer párrafo se bambolea de la estupefacción a la ira, pues lo primero que se le ocurre al sujeto es, nada menos, que negar hasta la antidemocrática constitución castrista, imponiendo un imbatible record de estulticia y mendacidad.
“Se puede ser habitante de un país y no ser su ciudadano”, se le ocurre decir a este buen señor, ignorando, o fingiendo ignorar, que en La Habana se han podido comprar, por un par de CUP, ejemplares de la Constitución de la República de Cuba, que en su artículo 29 dice a la letra: “son ciudadanos cubanos por nacimiento: los nacidos en el territorio nacional,…”
Para que no haya dudas de a quién va dirigido el dardo venenoso, dice el escriba castrista: “quien violente la ley en Cuba, cualesquiera que fueran los propósitos que tenga, nobles o no, le abrirá el camino al imperialismo”. ¿Qué ley nos priva, a quienes impugnamos la legitimidad del régimen castrista, del derecho a sentarnos en un parque público a conversar tranquilamente? ¿Habrá alguien que crea que, de existir semejante ley, estaríamos dispuestos a cumplirla?
Continúa diciendo el escribidor alquilado: “sería lamentable que… la ignorancia o la irreverencia a la ley, la institucionalidad y libertad verdaderas abra brechas a la contrarrevolución.”
Acabáramos; ya el fulano saca las uñas. Termina de ganarse sus monedas con una clara amenaza a los participantes en las Veladas Ciudadanas: “y ese último sería el único acto que no podría permitirse, ni desde el más simple habitante, ni desde el más consciente y honrado de los ciudadanos”.
Ya se ve claro por dónde vienen los tiros. Los nacidos en Cuba que acepten sumisos, por miedo al cepo y al látigo, la agotadora labor y el inmundo barracón, son ciudadanos; quienes prefieran los rigores y peligros del palenque, son habitantes.
Los disidentes cubanos, aun comportándonos como ciudadanos comunes en el disfrute de los espacios públicos a que tenemos derecho, conformamos la capa inferior de los habitantes, algo así como la plebe en Roma, los gibelinos en Florencia, los hugonotes en Francia, los hebreos en la Alemania del III Reich o los tutsis en Ruanda.
Sabemos muy bien qué mano escribió en realidad el texto firmado por este señor, nombrado Ricardo Ronquillo Bello ronquillo@juventudrebelde.cu , pues sin sonrojo ni circunloquios, y según el testimonio de la señora Inés Quesada Lemus, el Teniente Coronel Fernando Tamayo Gómez, uno de los jefes del tenebroso Departamento 21 de la Seguridad del Estado, le preguntó el 28 de junio que si queríamos otro Juan Wilfredo Soto, en una clara alusión a su determinación de asesinarnos a golpes antes que reconocernos nuestro derecho a los espacios públicos.
La Batalla por los Parques ha comenzado en Cuba. Por ahora incruenta, miden fuerzas el odio y el amor, la esclavitud y la libertad, la intolerancia y el respeto al derecho ajeno; el bien y el mal.
Toda persona comprometida con la lucha por los valores que distinguen al hombre civilizado de la fiera primitiva, debe pronunciarse ante este nuevo atropello contra quienes luchamos por un estado de derecho para nuestra patria.
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