Desde el punto de vista de los derechos humanos, el viaje a Cuba de la presidenta del Brasil, Sra. Dilma Rousseff, constituyó un desastre inimaginable para el pueblo cubano y para sus esperanzas de libertad.
En ese sentido, el referido viaje presidencial podrá ser inscrito en el libro negro de las vergüenzas de nuestro tiempo y de nuestro continente. Con su silencio total sobre la violación sistemática de los derechos de Dios y de los hombres en la isla-cárcel desde hace más de cincuenta años, la presidenta de la mayor potencia de América Latina y una de las mayores potencias del mundo dio implícitamente luz verde para que el régimen continúe persiguiendo impunemente a los opositores, matándolos de sed en las prisiones, reprimiendo a las Damas de Blanco y manteniendo prisioneros, sin poder salir y entrar libremente a 11 millones de cubanos.
También en ese sentido, la Sra. Rousseff, una ex guerrillera que nunca se arrepintió públicamente de su pasado, se transformó a partir de su reciente viaje a La Habana en corresponsable por los atropellos y crímenes que cometa en adelante el régimen comunista, alentado en sus salvajerías por tan gigantesco aval recibido.
Pocos días antes de la llegada de la presidenta Rousseff a la isla-cárcel, el régimen comunista había dejado morir de sed y de falta de atención médica al joven opositor Wilman Villar Mendoza, de 31 años, padre de las niñas Geormaris y Wilmari, de 7 y 5 años. Fue una muerte cruel que su esposa, Maritza Pelegrino, miembro de las Damas de Blanco, que en estos momentos está siendo cobardemente perseguida y hostilizada por la policía política cubana, calificó sin ambigüedades como un "asesinato".
En 2010, su antecesor en el cargo, el Sr. Lula da Silva, al llegar a La Habana se había deparado con la muerte, también por sed y por falta de asistencia médica de otro preso político, Orlando Zapata Tamayo. Lula lo calificó como un "simple delincuente", provocando consternación en el pueblo brasileño, en el pueblo cubano y en los defensores de la libertad en el mundo entero.
Dilma Rousseff, en cambio, simplemente ignoró la muerte de Wilman, como si nada hubiera pasado. Y las fotos oficiales difundidas por la Presidencia del Brasil la muestran con sonrisas generosas y susurros al oído del dictador Raúl Castro, tapándose la boca para que nadie le pudiera leer los labios. Una de las afirmaciones que pudieron oírse, según el sitio web Globo.com, fue la de que se entrevistaría "con mucho orgullo" con el sanguinario Fidel Castro.
Algunos pensaban que el actual dictador Raúl Castro retribuiría tan abundante apoyo de la presidenta brasileña otorgando la visa de salida a la joven bloguera Yoani Sánchez, para visitar el Brasil en febrero. Con ello, ayudaría a lavar un poco el rostro de la Sra. Rousseff, señalizando al menos un resultado humanitario concreto a cambio de tantas gentilezas y sonrisas presidenciales a los carceleros de Cuba. Aunque fuera una contrapartida efímera, serviría publicitariamente para atenuar el bochorno de su conducta complaciente en La Habana.
Los que así pensaron y esperaron, se engañaron.
El dictador Raúl Castro retribuyó con una bofetada a todas las generosas dádivas de la presidenta Rousseff, negando la visa a la joven periodista Yoani sin molestarse en dar explicaciones. Y colocó así en la picota a la mandataria brasileña, dejándola a merced de justificadas críticas que se levantan en su país.
Escribo este artículo pensando en el noble pueblo brasileño que se destaca en el mundo entero, entre tantos atributos, por su espíritu de compasión cristiana.
Jamás los cubanos podremos olvidar, con enorme gratitud, que hace 10 años ese generoso pueblo brasileño tomó como propia la causa de dos niñas cubanas, Sandra Becerra Jova y Anabel Soneira Antigua, secuestradas por el régimen de La Habana, que no permitía la salida de ambas para reunirse con sus padres, profesionales cubanos que habían optado por residir en el Brasil, un país de libertad. El drama familiar de esas dos niñas conmovió de tal manera al pueblo brasileño, y sensibilizó de tal manera a los medios de comunicación, que el régimen cubano tuvo que autorizar la salida de ambas para reunirse con sus padres en el Brasil. Fue un hecho tal vez inédito; y los brasileños lo consiguieron, con esa peculiar, única e intraducible manera de solucionar los problemas con creatividad, llamada "jeitinho".
Diez años después, quién sabe si ese mismo pueblo brasileño pudiera de alguna forma exteriorizar nuevamente sus sentimientos de solidaridad con el hermano pueblo cubano, que gime en una isla-cárcel desde hace 50 años, y que ha quedado tremendamente angustiado por el espaldarazo de la presidenta brasileña a sus carceleros, de manera que la joven Yoani pueda visitar cuanto antes el Brasil. Y si así lo desea, que ella esté en condiciones de permanecer en Brasil el tiempo que sea necesario, sin ver coartado su derecho de opinión. Podrá titilar entonces una luz de esperanza en los corazones de 11 millones de cubanos prisioneros, incluyendo a tantas y tantas Yoanis, Sandras y Anabeles.
Según versión recibida de Cuba por mi compañero de presidio y hoy brillante periodista, Carlos Alberto Montaner, Geormaris y Wilmari, las dos hijitas del preso político asesinado pocos días antes de la llegada de la presidenta Dilma, no entienden lo que ha pasado con su querido papi. Como la familia tiene influencia cristiana, la madre les ha explicado que el papi se ha ido al Cielo. "¿Y dónde está el Cielo, mami?", preguntaron. "Muy lejos de Cuba. Muy lejos", les respondió la joven viuda.
Es a los artífices, propulsores y mantenedores del Infierno cubano, tan, pero tan lejos del Cielo, a quienes favorece en primer lugar el silencio de la presidenta Dilma, un silencio propio del espíritu de Poncio Pilatos.
Hace unos años, el entonces presidente Lula, en una entrevista con el periodista Boris Casoy, me acusó de "picareta" (embustero) porque escribí que él estaba dando su apoyo al "eje del mal" castrista. Hoy, la presidenta Dilma, objetivamente, por acción u omisión, pasó a liderar en el continente un "eje del silencio" sin el cual el "eje del mal" que asfixia a mi querida Patria cubana no podría sobrevivir. Señalo una vez más que considero a la presidente Dilma corresponsable por lo que pase en materia de violación de derechos con 11 millones de mis hermanos que gimen en la isla-cárcel, a partir de su viaje a La Habana.
*Armando Valladares, escritor, pintor y poeta. Pasó 22 años en las cárceles políticas de Cuba. Es autor del best-seller "Contra toda esperanza", donde narra el horror de las prisiones castristas. Fue embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU bajo las administraciones Reagan y Bush. Recibió la Medalla Presidencial del Ciudadano y el Superior Award del Departamento de Estado. Ha escrito numerosos artículos sobre la colaboración eclesiástica con el comunismo cubano y sobre la "ostpolitik" vaticana hacia Cuba.
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