Por Francisco Sau Boíx.
El sábado 28.07.12 se efectuó una actividad en la playa Barceloneta de la ciudad de Barcelona, España, organizada por el Comando Venezuela Barcelona en esta ciudad, y a la que titularon, Un deseo para Venezuela. El objetivo fundamental de la actividad, fijar su posición política y el apoyo al candidato presidencial por la mesa de la unidad de su país, Henrique Capriles Radonski, así lo confirmó Pedro Rodríguez, coordinador de comunicaciones del Comando.
La actividad se presentó desde su convocatoria con tropiezos. Por coincidencia, y sin nadie sospecharlo, la fecha de la realización de la actividad no podía ser otra que la del cumpleaños del actual presidente de Venezuela y candidato opositor. Otras dificultades también pusieron a prueba a los integrantes del Comando, esta vez las causas estaban más alejadas de la errática de los humanos, y sí, mucho más cercana a lo que pudiera parecer una serie de pruebas divinas enviadas por dioses, y que deberían soportar para dar fe de su convicción, como así sucedió.
Aproximadamente una hora después de haber iniciado la actividad, comenzó a llover. Lo que provocó que la mayoría se retiraran en busca de refugio. Por suerte, el fuerte viento se llevó las nubes y todos pudieron regresar a ocupar su pequeño territorio venezolano temporal, en la arena de la playa de la Barceloneta.
Lo que a veces ayuda, luego estorba. Así sucedió con el viento, que después de haberse llevado las cargadas nubes, dificultaba el lanzamiento de los globos con los deseos de los venezolanos. Nuevamente, y tal vez como premio divino de los dioses por la persistencia de este grupo de mortales en mantenerse firmes en sus convicciones, en sus objetivos, el viento amainó y se pudieron lanzar los globos, al tiempo que todos entonaban el himno nacional de Venezuela.
En ese mágico instante en que todos se encontraban con la mirada fija hacia el cielo, y que parecía que el mar había detenido las olas para que solo se escuchasen aquellas sentidas notas, es muy probable que más de una mejilla se humedeciese al paso de una inevitable lágrima; y entonces, ya no se podía utilizar como excusa, ni la lluvia, ni el viento.
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