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domingo, 7 de octubre de 2012

España se aferra a su colonia cubana



Por Alfredo M. Cepero.

Desde el advenimiento al poder en la Cuba de 1959 de los hijos del gallego Ángel Castro, el gobierno de España se ha aliado con los tiranos para convertir de nuevo a nuestra patria en una colonia española. La república de 1902, fruto de la prédica amorosa de Martí y regada con la sangre de sus mejores hijos, sufre otra vez las cadenas de la opresión y el látigo de la miseria. Más de un siglo después de nuestra independencia, España insiste en la conducta de avaricia y de explotación que la llevó a perder a sus hijos cubanos porque no supo ser madre.

Las agencias internacionales de noticias dieron cuenta la semana pasada del inicio en La Habana de la décimo octava reunión del Comité de Cooperación (léase EXPLOTACIÓN) Empresarial Cubano-Español. España es el tercer socio comercial de Cuba, por detrás de China y Venezuela, con una relación que representa el siete por ciento del comercio total exterior de la isla. En el 2011, el régimen comunista compró 872 millones de dólares en productos españoles y le vendió a España productos cubanos en la cantidad de 222 millones, con una balanza favorable a esta última de 650 millones de dólares.

Pero el comercio bilateral entre las dos naciones no es el tema que ha motivado el título de este artículo. Tampoco es la razón de nuestra denuncia de la mezquindad y la desidia del gobierno de España y del mundo empresarial español ante el sufrimiento del pueblo de Cuba. El comercio internacional es, después de todo, uno de los instrumentos más idóneos del mundo globalizado de nuestros días para fomentar el desarrollo y la prosperidad de las naciones.

Nuestra indignación es consecuencia de la entente creada entre Madrid y La Habana para explotar a los obreros cubanos y prolongar la vida de una tiranía que ha hecho de nuestro pueblo el más pobre y oprimido de América. Esa entente se manifiesta en las 33 empresas mixtas en que empresarios españoles y sus mayorales cubanos logran pingües ganancias pagando salarios miserables a sus obreros cubanos. Un salto al pasado de la España de la esclavitud y de las encomiendas. Una bofetada en el rostro a quienes tenemos reservado en nuestro corazón un lugar especial para la España de Pelayo, de Cervantes, de Federico de Capdevila y de Bartolomé de las Casas.

Según las fuentes de mayor credibilidad el salario promedio de un obrero cubano es inferior a los 15 dólares mensuales, por debajo de países tan paupérrimos como Haití y Bolivia. Y eso no es culpa de las empresas españolas que operan en Cuba. Lo que si resulta repulsivo es que esas empresas se unan a los usureros que han creado esas condiciones para lucrar con las mismas y promover un de facto régimen de esclavitud en pleno siglo XXI. Pero, si tomamos en cuenta que el salario promedio de un obrero español es de 900 dólares mensuales, los ahorros en los costos de producción son lo suficientemente atractivos como para que estos depredadores echen por la borda todo tipo de principios morales y de sentimientos de compasión humana.

Ahí está la respuesta al interés de las empresas españolas en invertir en su factoría cubana. Sobre todo en un momento como el actual en que España desciende por un despeñadero financiero caracterizado por un desempleo general del 25 por ciento (50 por ciento entre la juventud), una contracción de la economía de casi el 2 por ciento, una baja del 14 por ciento en la cotización del euro en el último año y una deuda nacional de 775,000 millones de dólares, para un aumento del 72 por ciento con respecto al 2008. Como decía un antiguo locutor cubano de la radio de Miami: "Las cosas se han puesto como cuando la mona no carga al mono".

Ahora ha caído sobre los hombros de los desventurados obreros cubanos la ingrata tarea de salvar a los monos de dos economías en desastre: la cubana y la española. En el sistema de esclavitud diseñado por sus viejos y sus nuevos amos, los cubanos no tienen garantías de empleos, derechos laborales, ni compensación justa. El gobierno cobra a las empresas extranjeras en moneda dura y les paga a los obreros cubanos con pesos devaluados por una inflación gigantesca. Todo ello, después de retener el 90 por ciento del salario que debería devengar el obrero si fuera pagado en forma directa por su patrono.

En el curso de edificar este andamiaje de explotación obrera, el régimen no solo viola sus propias leyes sino ha violado los convenios internacionales ratificados por los mismos tiranos. En este sentido, el artículo No 5 del Convenio No 95 de la Organización Internacional del Trabajo, de fecha 8 de junio de 1949, exige que los salarios sean pagados en forma directa al trabajador. Irónicamente, este convenio fue ratificado por el propio gobierno revolucionario el 24 de septiembre de 1959. Pero, ¿qué importa otra violación de la ley para un gobierno que ha hecho de la ilegalidad su modo de supervivencia? Y además, ¿qué puede importarle un delito de tan poca monta a unos monstruos que un día tendrán que rendir cuentas de millares de asesinatos y violaciones de los derechos humanos?



Quienes sí tienen que estar preocupados son los empresarios españoles que han actuado en complicidad con los tiranos en la comisión de estos delitos contra un pueblo indefenso y oprimido. Cuando llegue la hora del cambio inevitable, impuesto en este caso por el tirano implacable del almanaque, tendrán que rendir cuentas ante el nuevo gobierno y el pueblo libre de Cuba. Ese nuevo gobierno tendrá la obligación de reivindicar los derechos y exigir la justa compensación que merecen quienes fueron víctimas de tanta maldad. Porque la única forma de preservar la paz será a través de una justicia sin excepciones. Y mucho de quienes llenaron sus arcas con el sudor y la miseria del pueblo cubano en la hora de su mayor desamparo.

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