Por José Alberto Álvarez Bravo.
El gesto paterno de llevarse las manos al cinto me obligaba a enmendar mi conducta. Era la época del golpe como expresión prioritaria de la didáctica familiar, sin que te salvara el extendido argumento moderno del trauma infantil. Incluso en las escuelas, los maestros de entonces, en contubernio con los padres, hacían uso desmedido del reglazo y el halón de oreja.
El tenebroso Departamento 21 encargado de reprimir el disenso pacífico en Cuba, apela a todas las recetas que considere útiles para impedir las reuniones de disidentes en mi domicilio, también sede de la AFACUDE (Asociación de Familiares de Cubanos Desaparecidos); luego de diecinueve infructuosos secuestros, con otras tantas “conversaciones” en las que no participo, ahora la tónica es detener a quienes intentan llegar a visitarnos, y en ocasiones propinar golpizas a los reincidentes.
Hemos conocido por vía testimonial, que varios disidentes han sido visitados por agentes represivos para “aconsejarles” no visitar la casa de “una terrorista” y “un contrarrevolucionario”, vocablos que designan a quienes no nos sometemos a los dictados de la dinastía geriátrica cubana; Ronald Mendoza manifiesta haber sido visitado por “Ignacio” para advertirle que podía ser desaparecido por visitar mi domicilio.
Sabedores de los dividendos del método, su aplicación sostenida ha logrado disminuir la presencia de los hermanos que hace apenas unos días invadían a toda hora nuestro pequeño espacio. Ahora tengo más tiempo para leer y escribir, pero añoro el bullicio y la alegría disidente que sin dudas molesta a sus majestades de utilería. Desde que endurecieron el bloqueo a nuestra vivienda, muchos hermanos han encontrado argumentos para no visitarnos. Todavía vienen, pero es infrecuente llegar a diez personas juntas.
Hoy recordamos el serial norteamericano Raíces, donde un esclavo de abolengo en su tribu rechaza el cambio de su identidad; atado a un árbol, recibía crueles tormentos para que aceptara su nuevo nombre, Toby, pero él insistía en conservar su nativo Kunta Kinte. La crueldad de sus torturadores y la inutilidad de su resistencia, le ganaron la desigual batalla.
Hoy en Cuba se da también una batalla asimétrica entre la fuerza y la razón, entre la arbitrariedad y la justicia, entre el honor y la barbarie. Los detentadores del poder intentan regresarnos a la esclavitud, abolida el 10 de octubre de 1868; pretenden lograrlo aplicando la antigua máxima de que el golpe enseña. Veremos.
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