Barcelona/ Mambí en A/ María C. Werlau, Presidenta de Free Society Project y Directora Ejecutiva de Cuba Archive/Archivo Cuba, en la audiencia sobre “Las continuas violaciones de derechos civiles y políticos que comete el régimen de Castro” ante el Subcomité sobre África, Salud y Derechos Humanos en el Mundo y Organizaciones Internacionales.
Hoy voy a centrar mi intervención en las continuas violaciones del derecho a la vida que perpetra el gobierno de Cuba. Como ejemplos del extremo menosprecio hacia la vida humana que el régimen de Castro ha mostrado desde sus inicios, basta recordar tres atrocidades flagrantes ocurridas en el mes de julio, en tres años diferentes.
Un día como hoy, el 13 de julio de 1994, un grupo de 68 personas, entre las que había muchos niños, subieron a bordo de un remolcador para escapar de la isla con rumbo a Estados Unidos. Tres barcos les aguardaban, avisados por una delación. Con mangueras de agua a presión, comenzaron a arrancar a los niños de los brazos de sus padres y lanzaron al mar a los aterrados pasajeros. Por último, embistieron y hundieron el remolcador, ahogando a todos los que se habían refugiado en el interior de la embarcación. Luego, mientras los náufragos se aferraban a los restos del naufragio, los barcos atacantes navegaron en círculo a su alrededor, tratando de ahogarlos con las olas que levantaban. Murieron 37 personas, entre ellas 11 niños.
Catorce años antes, el 6 de julio de 1980, naves patrulleras de la Armada de Cuba y un avión de la Fuerza Aérea atacaron en el río Canímar, en la provincia de Matanzas, a un barco de turismo cargado de pasajeros que trataban de huir hacia Estados Unidos. Se desconoce el número exacto de víctimas, pero se sabe que fueron varias docenas, entre las que figuraban algunos niños.
Entre los cientos de víctimas de los hermanos Castro en el mes de julio, hay dos de especial prominencia. El 22 de julio de 2012, Oswaldo Payá, que probablemente era entonces el dirigente opositor más destacado de Cuba, y Harold Cepero, un joven activista de su organización, fallecieron en un accidente de automóvil que se entiende haber sido causado por agentes de la seguridad del Estado.
Estos son algunos ejemplos de una tragedia creciente y de gran escala que documenta el proyecto que dirijo, Archivo Cuba, y por los cuales la comunidad internacional no ha exigido responsabilidad al gobierno de Cuba. Hasta la fecha, hemos registrado más de 6.100 muertes y desapariciones causadas por el régimen de Castro en tiempos de paz. Para cada una de estas víctimas existe un expediente pormenorizado. Entre ellas figuran niños, mujeres embarazadas, ancianos, defensores de derechos humanos, pastores protestantes, testigos de Jehová, presos políticos, jóvenes objetores del servicio militar y cualesquiera otras personas que se hayan interpuesto en el camino de los hermanos Castro. En la lista figuran además 21 ciudadanos estadounidenses ejecutados, asesinados o desaparecidos y otros seis fallecidos en ataques terroristas auspiciados o apoyados por Cuba. Estamos conscientes de que, por desgracia, la lista está incompleta; aún más, para que fuera una relación exhaustiva, tendría que incluir a muchísimos cubanos que han sido víctimas del regimen; asimismo tendría que abarcar a numerosos países en los que Cuba ha creado, apoyado y promovido la guerra, la subversión y el terrorismo, como ocurre hoy en Colombia y Venezuela. En mi opinión, el costo humano de la dinastía de los Castro supera varios cientos de miles de y sigue en aumento.
Esta situación no ha mejorado mucho desde que hace diez años el entonces número dos del régimen, Raúl Castro, asumió el mando supremo de Cuba en sustitución de su hermano Fidel. Desde ese momento hasta el 31 de diciembre del año pasado, Archivo Cuba ha documentado 264 casos de muertes y desapariciones, un cómputo que, en nuestra opinión, está muy lejos de ser exhaustivo.
Un aspecto especialmente inquietante de los delitos que perpetra el régimen cubano tiene que ver con los graves abusos que cometen las autoridades de la isla contra quienes tratan de huir del país. Al parecer, estos ataques han disminuido, en parte porque Cuba ha perfeccionado un lucrativo negocio de exportación de seres humanos que se beneficia de la mayoría de esas fugas. Pero los asesinatos, las palizas, las torturas y otras violaciones de derechos humanos que se comenten contra los prófugos no han cesado del todo. Por sólo mencionar un ejemplo: el 16 de diciembre de 2014, un día antes de que el Presidente Obama sorprendiera al mundo con el anuncio de que se disponía a normalizar las relaciones con Cuba, un joven cubano de 32 años, Liosbel Díaz, desapareció cuando los guardacostas de la isla hundieron la embarcación en la que intentaba escapar con otros 31 pasajeros, entre los que había mujeres y niños. Según los informes recibidos, el hecho ocurrió en aguas internacionales.
Quizá más indignante aún sea la aberración de que exista un “Muro de Berlín Tropical” en Guantánamo, del que el mundo libre hace caso omiso. Transcurridos 26 años de la demolición del infame Muro de Berlín, una réplica mortal de esa barrera, que ha durado el doble de años que la versión original, sigue instalada en Cuba comunista: alambradas de púas, campos de minas antipersonales, torres de vigilancia, perros de presa, francotiradores… todo ese dispositivo existe para evitar que los cubanos huyan hacia la base naval de Guantánamo. Esa barrera cuenta ahora con una sórdida extensión: un dique construido en la bahía en los años noventa para impedir que los fugitivos lleguen a nado a la base naval estadounidense.
Archivo Cuba ha documentado docenas de muertes y desapariciones de personas que trataban de escapar de Cuba hacia nuestra base de Guantánamo, pero creemos que cientos de víctimas, tal vez miles, han pagado con sus vidas, sus miembros, sus ojos o con años de prisión por haber intentado cruzar hacia la base en los últimos 55 años. Nuestro gobierno conoce de sobra la existencia de las minas antipersonales colocadas en el lado cubano y el hecho de que las tropas destacadas en torno a la base tienen órdenes de tirar a matar contra quienes intenten saltar la verja.
Permítanme concluir con una importante aclaración. Nuestra labor primordial no consiste en compilar listas o estadísticas. Cada número o cada nombre en una de estas listas –o cada víctima que no figura en ellas– es una historia, una vida robada, un círculo de seres amados sumidos en la angustia y a quienes, hasta ahora, no se les ha dado acceso a la justicia. Nosotros tratamos de honrar a cada una de estas personas acopiando la mayor cantidad posible de información y consagrándoles un expediente individual en nuestra base de datos, pero no es posible establecer el cómputo completo de la magnitud de esta tragedia y, aún menos transmitir el sentimiento de pérdida y el sufrimiento que entraña cada una de esas historias o esta calamidad en su conjunto –es una labor que por momentos resulta abrumadora. Les exhorto a que visiten nuestro sitio web en ArchivoCuba.org para que conozcan algo más de esta historia y vean al menos algunos de sus rostros, porque disponemos de fotos de numerosas víctimas.
El régimen cubano es culpable de crímenes de lesa humanidad, delitos notorios, múltiples y continuos. Este es un hecho que ha sido ampliamente documentado y del que gobiernos e instituciones respetables, y personas de principios, sólo pueden hacer caso omiso de manera deliberada. Creo firmemente que si se sigue otorgando impunidad al régimen de Castro y se le permite continuar dictando los términos para relacionarse con otras naciones, eso sólo redundará en un número mayor de víctimas y en más recursos para financiar su tiranía. Esas consecuencias no sólo son nocivas para el pueblo de Cuba; la influencia de este régimen se extiende a escala internacional con la ayuda de sus aliados y este fenómeno es perjudicial tanto para nuestra seguridad como para la libertad y la paz en el mundo entero.