Por: Irina León Valladares y Lisandra Orraca Guerra.
Barcelona/ Mambí en A/ Todo comenzó a principios del mes de marzo cuando un niño de once años, que cursaba el 6to grado en el seminternado Antonio Guiteras Holmes, con residencia en la calle Ruiz Calderón, en el municipio de San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río; fue enviado de vuelta para su casa -por sus maestras. porque tenía fiebre. Ya en su hogar, lo atendió el tío, pues los padres estaban trabajando y le suministró una Dipirona en tableta, para que le bajara la fiebre, porque también el niño estaba afectado por gripe.
En horas de la noche -de ese mismo día- ya cuando los padres habían llegado a la casa, se percataron de que la fiebre no había disminuido, al contrario, había aumentado a 45 grados, la criatura estaba de forma literal “hirviendo”. De inmediato se dirigieron con él hacia el Policlínico Municipal donde el médico de guardia, sin realizar siquiera un diagnóstico, o hacer algún tipo de análisis, lo remitió para el Hospital Pediátrico León Cuervo Rubio. Esta acción es indicativa de que quiso librarse de responsabilidad.
Ya con la remisión en la mano, su papá trata de buscar la ambulancia de guardia del establecimiento de salud, pero no estaba, lo que implicó que no tenían ningún transporte para trasladar a pacientes de urgencia. Desesperado el hombre ante esta situación, salió a buscar por el pueblo un carro particular para llevarse a su hijo y cuando lo encontró, con un valioso tiempo perdido, tuvo que pagar al chofer 15 cuc (375 pesos moneda nacional) para que los trasladara a la cabecera provincial.
Para la desgracia del niño, cuando llegaron al Hospital Pediátrico ya era tarde, el aumento de su temperatura corporal, muy por encima de lo permitido, combinado con una crisis respiratoria, le ocasionó un paro cardíaco y no tuvieron tiempo suficiente, ni siquiera para entubarlo.
A primera hora los médicos pensaban que esta muerte se debía a una meningitis fulminante, pero después de haberle realizado la prueba –una vez fallecido- dio negativa a esta enfermedad. Se quedaron los médicos sin explicar cuál fue la causa del deceso.
Al día siguiente la niña que se sentaba junto a él, en el aula, también fue llevada para el policlínico con una fiebre muy alta, que no podían hacer descender, la trasladaron al Hospital Pediátrico y la ingresaron de inmediato. También le hicieron las pruebas para detectar si era meningitis y dieron negativas.
Todo parece indicar que a partir de ese momento se percataron que podía ser algo contagioso y médicos del municipio, de la provincia y del IPK (Instituto Pedro Kourí), se personaron en la casa del niño fallecido. Algún que otro “sanjuanero”, se aventuró a decir que incluso estuvo allí el Ministro de Salud Pública.
Estos hechos desataron el caos y el miedo en toda la localidad; se podía aplicar el dicho de “pueblo chiquito, infierno grande”. Pero lo que, sí abrió la Caja de Pandora, fue el hecho de que tuvieran que ingresar otros 7 niños de la misma aula que los dos anteriores (sexto grado).
Se personaron en el colegio médicos y enfermeras, un team de la provincia de Salud Pública y durante dos días dieron a los niños sendas tabletas de color rojo que los hacían orinar de ese tono, les causaba dolor de estómago y el lagrimal también entintado. Pero esto se dejó de hacer.
La mayoría de los padres de los alumnos de esa escuela que estudian seminternados, decidió no llevar a los hijos a recibir la docencia, por miedo a que se contagiaran de la desconocida enfermedad. Ello dio lugar a que se celebraran dos reuniones, presididas por el Director de la Escuela y la Directora de Salud Pública Provincial, para exigirles a los padres que llevaran a sus hijos a clases, porque no podían dejar de recibir los conocimientos necesarios para cursar el grado.
Se garantizó que en cada aula estaría un médico pendiente de ellos. Estas reuniones no tuvieron el éxito esperado porque los menores siguieron ausentándose del centro de estudios, a diario eran reportados de 6 a 7 niños con los mismos síntomas (fiebre y eritema en el cuerpo). Algunas personas observaron que los niños con padres vinculados a la Salud Pública, fueron los primeros que dejaron de asistir.
Entonces en ese momento se comenzaron a aplicar medidas represivas con los progenitores, amenazándoles con ponerles multas si no permitían que sus hijos fueran a la escuela e incluso que los educandos serían sancionados.
Mientras pasaban los días y aumentaban los casos, las enfermeras y médicos comenzaron un pesquisaje por la mayoría de las casas midiéndole la temperatura a todas las personas de la localidad.
Hasta el momento, no se sabe a ciencia cierta la causa de todo esto, ya que las autoridades sanitarias no han informado a la población el origen de esta epidemia. No obstante, por los síntomas que presentan los niños (e incluso la maestra de segundo grado, también enferma) y las secuelas articulares con las que quedó la segunda niña ingresada, algunos se atreven a afirmar que es chinkungunya.
Es importante que se conozca que la escuela donde todo esto comenzó esta en pésimas condiciones constructivas; las paredes de las aulas están húmedas, en la cocina son visible los insectos y roedores, la cisterna está al lado de una fosa y ambas tienen roturas estructurales, para colmo a unos metros del local existe un vertedero, la mayoría del tiempo abarrotado de basura. Pero no solo los alrededores de la escuela están así, el municipio en general sufre de esta contaminación y las autoridades estatales no hacen nada al respecto.
Todos los niños e incluso adultos que llegan al hospital, al menos con 37 grados de temperatura, son ingresados, primero los mantuvieron por seis días; pero en estos momentos tienen que permanecer durante diez, bajo mosquitero; los acompañantes mantenerse todo el tiempo en el hospital –sin salir- con tapabocas. Al décimo día les hacen análisis de sangre y si todo sale negativo, son dados de alta.
Aún en estos momentos, más de 20 días después hay unos 50 niños ingresados en el Hospital Municipal de San Juan y Martínez, en difíciles condiciones de hacinamiento, para lo cual han tenido que poner camas en los pasillos porque las salas no dan abasto. Por su parte los niños que presentan síntomas y estudian en la Escuela Antonio Guiteras -si se sienten enfermos- son remitidos de forma directa al Hospital Pediátrico.
Esta es -a grandes rasgos- la situación de salud del municipio que se ha mantenido en silencio, no solo para los locales, también para todo el país.
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