Mambí en A/ Tras la Primera Guerra Mundial, millones de personas en Europa se convirtieron en refugiados apátridas. Su salvación fue un pasaporte que creó el Alto Comisionado para Refugiados de la Liga de Naciones.
A principios del siglo XX, conflictos bélicos, la Revolución Rusa y la persecución de los armenios provocaron el éxodo de más de dos millones de personas. Para impedir su retorno, los respectivos estados les retiraron la nacionalidad de forma colectiva.
Los apátridas, como en lo sucesivo se denominó a estas personas desterradas de por vida, no tuvieron más alternativa que empezar de cero en otro lugar. En vista de la dramática situación, el diplomático noruego Fridtjof Nansen, el primer Alto Comisionado para Refugiados de la Liga de Naciones, se volcó en la creación de un pasaporte para estas personas. Y lo logró: el 5 de julio de 1922 se introdujo el pasaporte Nansen, cuyo nombre hace honor a su creador. Era un documento con una gran fuerza simbólica, pues se trató del primer instrumento jurídico de protección internacional en la historia.
Este documento de identificación y viaje, posibilitó a sus portadores ingresar a todos los Estados miembro de la Liga de Naciones en un momento en el que muchos países europeos estaban cerrando sus fronteras debido al fascismo, el antisemitismo y la guerra, y cada vez eran más estrictos con el estatus de nacionales y extranjeros. Renombrados artistas como Anna Pávlova, Vladimir Nabokov, Marc Chagall, Igor Stravinski o Robert Capa, así como más de un millón de apátridas, sobre todo refugiados de Rusia y del Imperio Otomano, recibieron este valioso pasaporte. A partir de 1945 los estados dejaron de utilizar como arma la retirada colectiva de la nacionalidad, pero no fue hasta 2012 que la Asamblea General de Naciones Unidas lo prohibió oficialmente.
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